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Aquella tarde fue su sueño hecho realidad. Primero, Jungkook decidió que necesitaba sustento, así que Nam le puso en la mano un bombón helado y lo condujo al dormitorio. Él lamió hasta la última gota de vainilla del palito mientras Nam echaba los cobertores hacia atrás. A continuación, lo empujó, Jungkook cayó sobre la cama, y él se le subió encima y comenzó a frotarse como un gato contra su cuerpo fuerte y desnudo. Notó la reacción de él vibrando entre sus piernas, y lo venció la curiosidad. Rodó hacia un lado y se arrodilló junto a él para rodear su erección con ambas manos.

Como aquella tarde era su sueño y siempre se había preguntado cómo sería, se inclinó y se lo metió en la boca.

Tenía un sabor salado y olía a almizcle, y lo encantó el modo en que palpitaba y se engrosaba. Extasiado, experimentó con lamidas y chúpeteos, y después empezó a investigar la cara inferior, la cercana a los testículos.

A lo mejor estaba yendo demasiado deprisa, porque Jungkook dijo:

-Ahora me toca a mí -y lo tendió de espaldas. En un abrir y cerrar de ojos estuvo encima de él, lo sujetó contra la cama y se instaló entre sus piernas. Luego se apoyó sobre los codos y sonrió.

-Ya te dejaré hacer lo que quieras conmigo más tarde, te lo prometo. Pero ahora, no.

Su peso resultaba delicioso. Nam se removió sólo un poquito, encantado de ver cómo las caderas de Jungkook encajaban entre sus piernas y la naturalidad con que sus muslos se habían abierto para él. Aquella postura era maravillosa, cómoda y excitante.

-¿Y por qué ahora no?

-Porque quiero hacértelo a ti, y yo soy más grande.

Y así lo hizo. Comenzó a recorrerle todo el cuerpo a besos, deteniéndose en todos los lugares apropiados. Cuando finalmente se dedicó al sitio donde él lo deseaba de verdad, creyó morir ante la intensidad del orgasmo. El sexo oral era exactamente tan estupendo como decía un artículo de la revista Cosmopolitan, y a Jungkook se le daba muy bien. Al terminar, sintiendo todavía leves estremecimientos, él subió de nuevo por su cuerpo de modo que su pene volvió a estimularlo.

-¿Dónde está el PartyPak? Lo necesitamos ahora mismo.

-Deja que me levante -jadeó Nam, exhausto y deseoso a la vez-. Voy por él.

Jungkook se apartó y Nam se acercó con paso inseguro hasta el armario, donde había guardado el PartyPak en la balda situada debajo de la caja que contenía su colección de conchas marinas. Lo sacó y empezó a romper el envoltorio de celofán. Sin mirar, cogió un condón y se lo dio a Jungkook.

Una peculiar expresión cruzó el rostro de él.

-No pienso ponerme un condón morado -dijo, devolviéndoselo.

Nam miró el preservativo. -Es de uva.

-Como si es de tutti-frutti; no pienso ponerme un condón morado.

Nam arrojó a la alfombra el ofensivo condón y sacó otro.

Grosella. Lo miró, arrugó la nariz y lo tiró también. -¿Qué tiene de malo el azul?

-Te daría un aspecto de... congelado.

-Puedes creerme, no está congelado. -Pero no recogió del suelo el condón azul. Extrajo otro de cereza, de un tono rojo particularmente violento, y sacudió la cabeza en un gesto negativo. -¿Y qué tiene de malo ése?

-Nada, si quieres que parezca que tienes una infección.

-Dios santo. -Jungkook se dejó caer de espaldas sobre la cama y contempló el techo con gesto suplicante-. ¿No hay ninguno de un sencillo color rosa? ¿El de sabor a chicle?

Los Treinta y Cuatro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora