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De todas las cosas que Jungkook jamás había esperado que sucediesen, que Glenn Sykes entrara por su propio pie en la comisaría, se presentara y solicitara hablar con él constituía el número dos de la lista. La primera era su reacción cada vez que se acercaba a Namjoon, pero con aquello estaba aprendiendo a vivir. También empezaba, a pensar que no había nada imposible.

Sykes era de estatura media y un poco rechoncho, e iba pulcramente vestido. Llevaba el cabello de color arena corto y limpio. Iba bien afeitado, sus uñas se veían arregladas y limpias, la ropa planchada. No parecía la versión de un asesino a sueldo, pero es que tampoco Ted Bundy tenía aspecto de ser un monstruo. Había delincuentes de todos los colores, formas y tamaños, y podían ir vestidos con harapos o cubiertos de diamantes. Los inteligentes llevaban diamantes. Los inteligentes de verdad tenían el aspecto de aquel hombre.

Sykes estaba además muy tranquilo, y seguro de lo que quería.

—Deseo hacer un trato —dijo—. Puedo entregarle al alcalde Nolan, al hombre que apuñaló a Chad Mitchell, un hombre llamado Elton Phillips y mucho más. Hagamos que venga el fiscal del distrito y hablaremos.

—Ya sabemos quién apuñaló a Mitchell —replicó Jungkook, recostándose en su silla—. George Lemmons.

Sykes ni siquiera pestañeó.

—Lo identificó el señor Kim, ¿verdad?

—Les echó una buena ojeada a ustedes tres. —De modo que lo ha escondido en un lugar seguro.

Jungkook  no respondió, sólo se limitó a mirar fijamente a Sykes. Lucía una excelente cara de póker, que no dejaba entrever nada.

—Aquí hay mucho más que simplemente una basura que quitar de en medio.

Sykes también se recostó, tan relajado como Jungkook.

—Estaba preguntándome de qué manera está implicado el alcalde.

—Hay mucho dinero en el comercio del sexo —comentó Sykes de modo indirecto—. ¿Va a llamar al fiscal del distrito o no? Tiene que moverse deprisa; esta noche hay algo importante en juego.

—Las rusas —dijo Jungkook.

Sykes silbó suavemente entre dientes, sin intentar siquiera ocultar su sorpresa.

—Supongo que sabe usted mucho más de lo que yo creía. Pero lo que no sabe es dónde ni quién.

—Pero sí que lo sabrá el alcalde Nolan.

—Cantará como un pajarito —convino Sykes.

—Entonces, ¿por qué va a querer el fiscal del distrito tratar con usted?

—Porque la confianza es un bien escaso, y yo no tengo mucha. Jungkook estudió a aquel hombre de cabello color arena, aquellos ojos fríos y despejados y la profunda calma que desprendía su actitud.

—Tiene pruebas suficientes contra todos ellos, ¿eh? Lo ha documentado todo.

—Así es. —Sykes esbozó una débil sonrisa—. Sólo por si acaso. Me gusta tener una cierta ventaja cuando las cosas se tuercen. Y tarde o temprano, siempre se tuercen. Sólo hay que saber cuándo salirse.

Jungkook salió del despacho y efectuó la llamada al fiscal del distrito de Scottsboro. Si había que hacer un trato, creía que Sykes sería mejor testigo de la acusación que el alcalde Nolan, sencillamente porque Sykes lo había impresionado por ser una persona más despiadada y organizada. En ocasiones uno tenía que hacer tratos con el diablo, y aquélla era una de esas ocasiones.

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