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—Pero ¿dónde tienes pensado encerrarme? —le preguntó Nam cuando ya estaban en el coche—. Tengo el cachorro conmigo, ¿no te acuerdas?

—Como si pudiera olvidarme —murmuró Jungkook—. No me gusta la idea de encerrarte en ninguna parte, pero es lo único lógico que puedo hacer. Algunos moteles admiten animales de compañía. Llamaré al Triple A de aquí para buscar uno.

—No me he traído nada de ropa —señaló Nam—. Ni libros.

—Mandaré alguien a tu casa para que recoja unas cuantas cosas.

Nam reflexionó un momento.

—Manda a Jimin. Él sabrá qué coger.

—Ya te he dicho la verdad.

—Eso no importa. Sabe qué prendas combinar y qué maquillaje necesito.

—Eva Fay...

—Jimin.

—Está bien —dijo Jungkook, mascullando para sí—, mandaré a Jimin.

Al final, no tuvo que llamar a Triple A para encontrar un motel que aceptara animales de compañía; pasaron por uno nuevo que habían construido junto a la carretera 1-565, entraron con el coche, preguntaron en recepción, y resultó que disponía de dos habitaciones reservadas para personas con animales de compañía pequeños. Ambas habitaciones estaban vacías en aquel momento, de modo que Jungkook escogió la que daba a la parte de atrás. Registró a  con un nombre falso: Ahora era Julian Patrick, lo informó cuando regresó al coche y fue hasta la parte de atrás del edificio para buscar la habitación que le habían asignado.

Abrió la puerta y cargó con las cosas de Midas mientras Nam dejaba que el cachorro investigase por un parterre de hierba y persiguiese a una mariposa. Era demasiado joven para perseguir nada; al cabo de unos minutos se derrumbó sobre su trípita para descansar. Hacía un calor casi achicharrante, excesivo para dejarlo jugar afuera sin ninguna sombra que lo cobijase. Nam lo llevó al agradable frescor de la habitación y le dio un poco de agua, y con un suspiro de cansancio él se acomodó en su manta.

—Esta noche volveré con tus cosas —dijo Jungkook —. No sé a qué hora, pero llamaré primero. No abras la puerta a nadie excepto a mí.

Nam se sentó en la enorme cama.

—Está bien.

No iba a pedirle que se quedara, aunque lo deseaba. Se dio cuenta de que llevaba todo el día apoyándose en aquellos fuertes hombros, dejando que él se ocupara de todo. Por supuesto, el asesinato era en efecto su especialidad, por así decirlo; Jungkook sabía exactamente qué hacer.

Deseó preguntarle cuánto tiempo tendría que pasar allí, pero era una pregunta tonta. Él no tenía ni idea.

Todo estaba en el aire.

Se sentó a su lado y lo rodeó con el brazo para estrecharlo contra sí.

—¿Estás bien?

—Aún me siento un poco aturdido —reconoció—. Todo esto es tan... irreal. Vi morir a un hombre y ni siquiera me di cuenta.

—Uno no espera presenciar un asesinato. A menos que haya un disparo o una pelea importante, la mayoría de la gente no se daría cuenta. Queda demasiado lejos de su experiencia. —Le alzó la barbilla y lo besó—. Y me alegro de que quedase lejos de tu experiencia —murmuró.

Hasta que Jungkook lo besó, Nam no se dio cuenta de lo mucho que lo había ansiado, su sabor y su contacto, su profundo aroma masculino. Le echó los brazos alrededor del cuello y le susurró: —No te vayas todavía.

Los Treinta y Cuatro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora