A la mañana siguiente, Nam fue a la iglesia como de costumbre. Sabía que la gente había hablado de él durante la semana, gracias a Jungkook y al episodio de los condones, y en una población pequeña lo mejor que cabía hacer en semejantes circunstancias era seguir la rutina normal. . Como sabía que la gente iba a mirarlo, se molestó más de lo habitual en peinarse y maquillarse. Cuando salió de casa a las diez menos cuarto ya hacía calor, probablemente casi treinta y tres grados. Puso el aire acondicionado del coche en la posición máxima, pero la iglesia se encontraba a sólo tres kilómetros, así que el chorro de aire empezó a salir frío justo cuando ya estaba llegando.
Sin embargo, dentro de la iglesia reinaba un agradable frescor, y dejó escapar un suspiro de alivio al entrar en el templo y ocupar su asiento habitual junto a su madre y su tía Jo, que se volvieron hacia él con luminosas sonrisas.
— Estás guapísimo —dijo tía Jo inclinándose para acariciarle la mano—. ¿Qué tal te fue anoche?
Nam suspiró. —Sólo bailé tres canciones —dijo susurrando—. Hubo otra pelea. Yo no tuve nada que ver con ella —se apresuró a añadir cuando las dos mujeres lo miraron con los ojos muy abiertos—. Pero es posible que tenga que buscar otro club.
—Eso mismo espero yo —repuso su madre—. ¡Todas esas peleas!
No eran las peleas lo que lo alteraba a él, sino el hecho de que el Buffalo Club pareciera ser la madriguera de Jungkook. Él era inteligente; no iba a caer en el error de buscarse problemas, y después de lo de la noche anterior era evidente que estar en las proximidades de Jungkook suponía un problema grande.
Si él iba al Buffalo Club, Nam se iría a otra parte, y punto.
En aquel momento alguien se deslizó en el banco a su lado, y automáticamente volvió la cabeza para saludar con una sonrisa a quien fuera. Pero la sonrisa se le congeló en la cara.
—¿Qué está haciendo aquí? —siseó.
Jungkook recorrió con la mirada el altar, el coro, las vidrieras, y replico:
—¿Asistir a la iglesia? —A continuación se inclinó y dijo hola a Evelyn y a tía Jo. Ellas le contestaron con sendas sonrisas, y Evelyn lo invitó a que fuera a comer después del servicio. Él se excusó diciendo que tenía un compromiso, lo cual le salvó los dedos de los pies, porque Nam estaba ya preparado para aplastarle el pie si aceptaba.
Podía notar, concentradas en su espalda, las miradas de todo el mundo.
—¿ Qué está haciendo aquí? —susurró de nuevo, con más fiereza.
Jungkook acercó la cabeza a la suya para que no lo oyera nadie más. —No querrá que todo el mundo piense que compró condones para una aventura de una sola noche, ¿verdad?
Nam abrió los ojos como platos. Jungkook tenía razón. Al verlo acudir a la iglesia y sentarse al lado de él, todo el mundo supondría que había un romance como Dios manda entre ambos, porque un hombre no iba a la iglesia ni se sentaba a su lado si no había algo serio por medio. Al dedicarle una mañana de su tiempo, Jungkook había cambiado la situación de Nam de sospechoso a comprensible. En los tiempos que corrían, una relación sexual entre dos adultos enamorados era lo que cabía esperar, aunque la religión institucionalizada la mirase con malos ojos. Dos horas más tarde, Nam sería presa de una crisis de nervios. El hecho de saber que el jefe de policía deseaba desnudarse con él no favorecía precisamente una mañana pacífica en la iglesia. Había tratado por todos los medios de prestar atención al sermón, por si acaso iba dirigido a él, pero su atención no dejó de divagar. Concretamente, divagó hacia el hombre que estaba sentado a su derecha. La intimidad vivida entre ambos la noche anterior había resultado sorprendente. Aunque no habían hecho nada más que besarse y algún ligero tocamiento, él tenía la sensación de haber hecho mucho más. Casi se sintió arder en sus brazos, y no había habido falta de entusiasmo en la erección de ambos. No podía mentirse a sí mismo; habían estado al borde del precipicio, a punto de hacer el amor, aunque justo en el último momento Nam había dado marcha atrás. No podía evitar preguntarse qué habría sucedido si hubiera olvidado su moral, si hubiera olvidado que él no era su tipo, si hubiera olvidado todo excepto darse a sí mismo satisfacción. No, no se preguntaba qué habría sucedido; ya lo sabía. Sólo se preguntaba cómo habría sido. No podía quitarse de la cabeza el sabor de Jungkook. ¿Sería igual de bueno haciendo el amor de lo que lo era besando? Besaba de maravilla, y sabía a pura miel. Aunque fuera el peor amante del mundo, lo cual dudaba mucho, sus besos ya casi hacían que mereciera la pena lo demás. Por otra parte, basándose en la teoría de que alguien que era bueno besando también era bueno haciendo el amor —lo había leído en alguna parte—, Jeon Jungkook era algo más bajo las sábanas. Aquellos pensamientos no eran los apropiados para un servicio religioso. Se removió nervioso en su asiento, y cada vez que se movía su pierna parecía rozarse con la de él. En la iglesia hacía fresco gracias al aire acondicionado, pero Nam estaba ardiendo otra vez, y experimentaba una necesidad casi abrumadora de quitarse los zapatos y la ropa. O estaba siendo víctima de una androopausia prematura con sus consabidos sofocos, o el acaloramiento que sentía obedecía a algo mucho más elemental. No dejaba de lanzarle miradas furtivas; no podía evitarlo.
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Los Treinta y Cuatro
FanfictionEsta historia es solo una adaptación realizada solo con fines de entretenimiento. Todos los derechos pertenecen a el autor de dicha obra.