No todo el mundo podía salir una noche a divertirse en un tugurio, bailar hasta estar a punto de derrumbarse en el suelo, Iniciar una pelea y estar de vuelta en casa a las 9 de la noche, se dijo Nam a la mañana siguiente. Así que la noche no había sido un éxito indiscutible; la primera parte sí, es más, se había divertido y pensaba repetirlo. Aunque no la parte de la pelea, pero si lo de bailar y atraer a los hombres.
Después del servicio religioso, donde soportó la descarada curiosidad de todos los presentes -Gente que debería tener algo mejor que hacer que quedarse mirando a otra persona- tomó un almuerzo rápido y se puso uno de sus nuevos vaqueros con la intención de ir hasta Lassiter Avenue a ver qué progresos había hecho Buck Latham en la tarea de pintar la casa. Ahora que estaba verdaderamente lanzado a emprender una trayectoria nueva, se sentía deseoso de salir solo. Pero en el momento que bajaba del porche, vio que un Crown Victoria de color blanco frenaba junto al bordillo, delante de la casa.
Se le cayó el alma a los pies cuando vio al jefe de policía Jeon desplegar su gran corpachón al salir del asiento del conductor. Le había ocultado a su madre el episodio de la noche anterior, ya que le pareció mejor no contarle que le había aplastado los testículos a un hombre, y sospechó que Jeon había ido allí para levantar la liebre y leerle la cartilla, como si tuviera derecho a decirle algo, después de que él no se encontraba en el Buffalo Club de manera oficial. Había salido a ligar, igual que él, pero al menos sus intenciones habían sido honorables.
Jeon también llevaba puestos unos vaqueros, además de una camiseta negra que se le adhería a sus hombros anchos y oblicuos. Parecía más que nunca un levantador de pesas, pensó Nam con un gesto de desdén, y al recordar con cuanta facilidad, y que con la ayuda de un solo brazo, lo había sacado del Buffalo Club lo noche anterior, supo que lo había definido con exactitud.
-¿Vas a alguna parte? -inquirió Jeon, de pie en la pequeña acera adornada con flores y alzando la vista hacia Nam, que permanecía dentro del porche en la sombra.
-Pues sí -respondió secamente. La buena educación exigía que dijera algo así como: «Oh, precisamente iba a echar una carrerita al supermercado un momento, pero eso puede esperar. ¿Por qué no pasa a tomar un café?» Pero limitó su respuesta a aquella escueta frase. Aquel hombre tenía algo que lo hacía olvidar su buena educación.
-¿No va a invitarme a entrar? -Preguntó él. Sus ojos brillaban de una forma que decía que se sentía más divertido que molesto.
-No.
Señaló el coche con la cabeza.
-Entonces venga a dar un paseo conmigo. No creo que quiera que hablemos aquí afuera, para que se enteren todos los vecinos.
A Nam le dio un vuelco el corazón.
-Dios mío, ¿vas a llevarme al centro -Se apresuró a bajar los escalones al tiempo que se le ocurría una idea horrible-. Ese hombre de anoche, no se habrá muerto, ¿verdad? ¡Fue un accidente! Y aunque haya muerto no sería un homicidio ¿no?
Jeon se pasó una mano por la cara, y Nam lo observó con aire suspicaz. Parecía estar ocultando una sonrisa. ¡Por el amor de Dios, aquello no era para reírse!
-Que yo sepa, su novio se encuentra bien; probablemente estará dolorido y caminará un poco raro, pero sigue vivo.
Nam dejó escapar un profundo suspiro.
-Bueno qué alivio. Entonces, ¿para qué va a llevarme al centro?
El policía repitió el mismo gesto de antes. Aquella vez no le cupo la menor duda: se estaba riendo de él. ¡Vaya!

ESTÁS LEYENDO
Los Treinta y Cuatro
FanfictionEsta historia es solo una adaptación realizada solo con fines de entretenimiento. Todos los derechos pertenecen a el autor de dicha obra.