Si el chico de cabello rubio vivía en la dirección que le había proporcionado Nolan, Glenn Sykes todavía no lo había visto. Había visto entrar y salir a dos mujeres mayores, pero no a el hombre rubio. En aquel tipo de barrio residencial resultaba difícil mantener una vigilancia sin que a uno lo descubrieran, porque los ancianos se sentaban en el porche y observaban a todo el que pasaba.
Sacó una guía telefónica y buscó el apellido Kim. Sólo figuraba uno, en la misma dirección que le había dado el alcalde, de modo que el hombre tenía que vivir allí. A lo mejor estaba de viaje por cuestiones de trabajo o algo así. Se sentía preocupado y aliviado al mismo tiempo; aliviado porque era evidente que aquel hombre no les había prestado mucha atención, y preocupado porque en las noticias habían dicho que un cazador había encontrado el cadáver de un hombre en el bosque —siempre eran esos malditos cazadores— y si el periódico publicara una foto de Mitchell, el hombre podía acordarse de haberlo visto el sábado por la noche.
El alcalde parecía estar insólitamente afectado por toda aquella situación, lo cual también preocupaba a Sykes.
Pensó que todo podía resolverse si nadie perdía los nervios, pero los del alcalde parecían estar resquebrajándose un poco. Por ese motivo, se sentía reacio a llamar para decirle que no había aparecido el tal señor Kim. No deseaba que sufriera una crisis nerviosa, pero tampoco quería limitarse a dejar que la situación languideciese. Necesitaba encontrarlo y resolver el asunto para eliminar aquel cabo suelto, y así el alcalde se calmaría. Tenían previsto otro envío de jóvenes, esta vez de Rusia, y Sykes quería tenerlo todo controlado antes de que llegaran. Iban a sacar una buena pasta de aquel lote.
Pasó varias veces por delante de la casa de los Kim cuando se hizo de noche, cuando no había tantas posibilidades de que lo descubriesen, pero aún no había aparecido el Ford beige. Por fin se le ocurrió ir al Buffalo Club. ¡Mierda! Le entraron ganas de abofetearse. Aquel chico salía por las noches, no se quedaba en casita con las dos viejas. Así pues, con la seguridad de encontrarlo allí, enfiló con el coche hacia Madison County.
Sin embargo, cuando escrutó el aparcamiento, vio que el Ford beige no estaba allí. Los lunes el tráfico era más fluido que en los fines de semana, por eso estaba seguro de que no se le había pasado. O quizá ya se hubiera ligado a alguien, o marchado a otro club.
Bueno, aquello empezaba a tener el aspecto de que la mejor manera de dar con él sería yendo a esperarlo al lugar donde trabajaba. Eso le sería fácil de averiguar, en un pueblo pequeño como Hillsboro. Diablos, quizá hasta lo conociera el alcalde. Ahora que lo pensaba bien, Nolan le había parecido insólitamente decaído cuando lo llamó para darle el nombre y la dirección; quizá, lo conocía y por eso le remordía la conciencia.
Sykes no había podido encontrarlo esa noche, pero estaba completamente seguro de dónde iba a estar al día siguiente: en el trabajo. Supuso que lo mejor sería irse a casa, dormir de un tirón y llamar al alcalde a la mañana siguiente por si acaso lo conocía y sabía dónde trabajaba. Era un chico con aspecto de tener clase y era posible que el alcalde hasta le hubiera tirado los tejos. Esperaba que no fuera así. Nolan ya se había vuelto bastante asustadizo sin que Sykes tuviera que eliminar a uno de sus acostones.
Al día siguiente todo saldría bien. El martes se presentaba como una jornada muy ajetreada.
Nam y Jungkook se turnaron para levantarse cada dos horas a sacar a Midas. Igual que un pequeño soldado, el cachorro hizo exactamente lo que debía hacer. Por desgracia, cada vez que volvían a meterlo en casa, él se creía que tocaba jugar y tardaba otra media hora o más o menos en arrimarse a uno de ellos y quedarse dormido otra vez.
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Los Treinta y Cuatro
FanfictionEsta historia es solo una adaptación realizada solo con fines de entretenimiento. Todos los derechos pertenecen a el autor de dicha obra.