-¿Has dado ya con Mitchell? -preguntó Temple Nolan.
-Aún no. -A Sykes incluso le molestó que el alcalde se lo hubiera preguntado. Si hubiera dado con él, se lo habría dicho, ¿no?-. Supongo que permanecerá escondido una semana o así; pero luego, creerá que no hay problema en que la chica haya muerto, o bien se pondrá nervioso y se imaginará que lo más seguro para él es buscar algo de acción sin acudir a los lugares de costumbre. Lo tengo cubierto. Cuando aparezca, me enteraré a los cinco minutos.
-El señor Phillips no está muy contento. Era un importante comprador para la chica. Ahora se ha buscado otra fuente, y nosotros nos hemos quedado sin el dinero. El señor Phillips quiere a Mitchell muerto.
-Y lo tendrá. Ten paciencia. Pero si me pongo a buscarlo como un loco, él se enterará y saldrá huyendo como un conejo.
-El señor Phillips no está de humor para tener paciencia. Se trataba de mucho dinero.
Sykes se encogió de hombros.
-Como te he dicho, ya aparecerá, y yo lo estaré esperando. -Sykes tuvo que hacer un esfuerzo para que no se le notara la impaciencia en la voz. ¿Cuántas veces tendría que decir aquello? Mitchell estaba casi dominado. Mientras tanto, el negocio continuaba-. Tenemos otro envío programado para el próximo martes por la noche. Preferiría no llevarlo al lugar de siempre, por si acaso Mitchell ha hablado ya con quien no debe. Ése es otro motivo por el que no quiero presionar demasiado para encontrarlo; si se asusta, es posible que acuda al fiscal del distrito y trate de llegar a un acuerdo, nuestros nombres a cambio de protección. ¿Se te ocurre algún otro sitio donde llevar el envío, que se encuentre en la parte segura?
El alcalde se rascó la nuca con el ceño fruncido. El problema era que tenían que buscar un sitio que estuviera lo bastante aislado para que hubiera intimidad, pero no tan aislado como para no esperar algo de tráfico. El lugar de retención habitual era una vieja auto caravana situada en un sitio bien apartado al que se llegaba por una carretera sin asfaltar.
Cuando no llovía, la carretera en sí constituía un sistema de alarma, ya que cualquier vehículo que se aproximase levantaba nubes de polvo que se veían mucho antes de llegar a entrar en el campo visual.
-Ya buscaré algo -dijo-. Si no hay más remedio, alquilaré un camión grande.
Ya habían hecho aquello anteriormente, en una redada.
Resultaba asombrosa la poca atención que se prestaba a los camiones alquilados. Pero también era un grano en el culo usar un camión alquilado, porque si lo aparcabas, tarde o temprano aparecía por allí un agente a investigarlo. Así que había que dar unas vueltas por la zona hasta que llegara el momento de que los clientes recogieran el envío, y después reunirse con ellos en alguna parte y realizar un intercambio rápido. Un alquiler no era la mejor solución.
Empezó a sonar el mensáfono del alcalde. Lo silenció y observó el número.
-Tengo que irme, pero volveré a llamarte para informarte del lugar elegido. ¡Tú encuentra a Mitchell, por el amor de Dios!
Nam se detuvo un momento frente a las puertas dobles cerradas del Buffalo Club. Después de pensárselo mucho, había decidido que aquél era el lugar y el momento adecuados para estrenar su nueva imagen e intentar su nuevo plan de caza. Estaba cansado del largo día de compras y de la tortura del maquillaje, pero también era cierto que todavía le duraba la euforia. Cuando llegó a casa después de las compras, no saludó con un grito como tenía por costumbre, sino que entró directamente en la cocina, donde su madre y tía Jo estaban enfrascadas en la tarea de fabricar conservas de melocotón para el invierno. Su madre volvió la cabeza y a continuación se giró del todo, alarmada y exclamando:

ESTÁS LEYENDO
Los Treinta y Cuatro
FanficEsta historia es solo una adaptación realizada solo con fines de entretenimiento. Todos los derechos pertenecen a el autor de dicha obra.