43. Cena

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Cena.

Sentada en frente de su escritorio, apoyaba sus codos con pereza y su mejilla rozaba la fría madera de la mesa. Había terminado de estudiar hace ya largo tiempo y no sabía qué hacer. Su pelo rizado estaba desparramado por el escritorio, fruto de apoyarse en este. Con las mejillas infladas, busco con la mano su teléfono móvil.

Las chicas habían dicho que no volverían hasta la noche, y no sabían si iban a cenar juntos incluso. Todas tenían trabajo, o si no lo tenía, estaban tan ocupadas quedando con otra gente que se habían olvidado un poco de lisa. No los culpaba por qué ella la mayoría de las veces también hacía lo mismo. Sin embargo, esta vez era diferente. necesitaba salir con urgencia, o si no se moriría de aburrimiento encerrada en su cuarto.

Deslizó la pantalla mostrando los contactos que tenía en sus redes sociales. Hacía ya tiempo que no se metía y tampoco necesitaba hacerlo. Saber de la vida de los demás por medio de las redes sociales no era algo que le entusiasmase. Aunque ese día vio algo que le llamo mucho la atención.

Jack estaba fuera. En el parque. Solo.

Con tan solo ver la historia de él, solitario, con su skate, se le hizo un nudo en el estómago y bloqueo la pantalla con rapidez. Brotó un ligero rubor en sus mejillas y acto seguido un temblor surcó su cuerpo. Mentiría si no sabía lo que era, pero intentaba ocultarlo mediante excusas. Excusas baratas como ¨solo me da curiosidad por conocerle¨, ¨me hizo sentir bien aquel día¨, ¨estoy agradecida con ayudarme a encontrar el regalo perfecto para mi padre¨.

Y aunque todas esas cosas eran reales, en el fondo había algo más. Una necesidad de poder estar con él un poco más, aunque fuera unos minutos. Ese día cuando estaba buscando el regalo ya lo había sentido, ya había utilizado excusas para poder verlo de nuevo, para poder hablar con él de nuevo. Lisa no era tonta, se había dado cuenta de lo que estaba empezando a sentir.

Cuando llegó a su casa después de haberlo invitado comer algún día se sintió súper avergonzada, sobre todo porque sabía que había exagerado su agradecimiento demasiado. ¡Dios, se había notado muchísimo! Y a pesar de eso él solo había sonreído y dijo que ya se vería. ¿Cómo que ya se vería? No le podía hacer eso. No podía dejarle con la incertidumbre de no saber si insistir o abandonar la idea de cenar o comer con él. Empezó a tocar sus tirabuzones, nerviosa, no solo por el simple hecho de recordar aquel momento.

Y es que por unos instantes se sintió feliz, optimista al respecto. No le había dicho un ¨no¨, solo lo había dejado en el aire, como todo. Y es que todo lo que le rodeaba era eso: incertidumbre.

Jack era el típico chico educado, que no mostraba mucho su opinión, que compartía lo mínimo, pero lo necesario para que te dejase con ganas de más. Y no le gustaba, porque cuanto más quería saber, más necesitaba de él, más pensaba en él.

Y así era, poco a poco se fue comiendo la cabeza más y más, acabando en un punto donde pensó que quizás, si le había dicho que ¨ ya se vería¨ fue porque no quería quedar con ella.

Si algo la dañaba por dentro, era esos malditos pensamientos que tenía.

Estaba harta de pensar, arte deducir cosas que ni ella misma sabía. Solo podía saberlo de una forma, y era preguntándole de una vez. Había pasado ya una semana, necesitaba hacerlo ya, necesitaba saber si tenía esa posibilidad o no. Vio que estaba en línea, y con los nervios del momento empezó a teclear.

Primero empezó por un ¨Hola, ¿cómo estás? Quería preguntarte si quieres quedar hoy o algún día para comer. ¨ pero lo borró de inmediato porque sentía que era muy directo. Y así surgieron varios mensajes que nunca fueron enviados por la vergüenza qué tenía de que pensase que iba con segundas. Se mordió las uñas, sin saber qué escribir. Sin saber cómo empezar.

Silence {Corbyn Besson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora