26. Tutoría con Jonah

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Ana se puso su chaqueta de cuero mientras se veía en el espejo. Su pelo ya llegaba casi a su cintura, formando ondulaciones que recordaban a las mujeres de las antiguas obras de arte modernistas, donde Klimt utilizaba estas para crear movimiento y sensación de erotismo. La castaña sonrió. No le gustaba arreglarse mucho, o quizás era por sus inseguridades y su complejo de inferioridad. Lo que si sabía es que amaba su pelo. Era como un refugio, una manera de esconder su rostro de los demás.

Ana no era fea, nunca pudieron criticarla por su rostro. Sin embargo, cada vez que quería pasar desapercibida, ocultaba su cara con los largos mechones de su pelo. Era como una manera de estar y sentirse segura. Aunque no fuera así. Miró su cuerpo en el espejo, mirando cada detalle con atención, por si había algo mal, quizás una mancha. Pero no había nada.

Cogió su mochila, con algunos apuntes y un estuche, por si tenía que escribir. No se demoró tanto en coger las llaves y salir del apartamento. Bajó las escaleras, pues odiaba bajar en ascensor. Miró la hora, todavía faltaba mucho para su encuentro, sin embargo, quería llegar puntual a la cafetería. Su sorpresa fue, que, en el portal, alguien la esperaba.

Jonah estaba montado en su moto, se había quitado el casco ya y sus ojos se encontraron con los de Ana casi al instante. Vio como este se bajaba de la moto y se acercaba a la puerta con lentitud. Para cuando ella abrió la puerta, ya estaba ahí, observándola.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó con confusión. Habían quedado en la cafetería, no en la puerta de su edificio. Él se encogió de hombros.

-Pensé que te podía ahorrar algo de tiempo y de esfuerzo ir a la cafetería andando. – Ana hizo una mueca. En realidad, le gustaba andar, mover su cuerpo. Pero prefirió no decir nada, y asintió. Él lo notó, y su semblante fue un poco más serio de lo normal. – Parece que no te ha gustado.

-No, no me malinterpretes. – contestó precipitadamente. Lo que menos quería era que él se enfadase. – Me gusta ir a los lugares andando.

-Entiendo. – contestó. - ¿Vas a despreciar mi moto?

-Sí – Jonah la miró mal y le pasó un casco. Ella rodó los ojos. De verdad no quería volver a subirse en esa cosa.

-Anda, me hace gracia ver tu cara de horror cuando bajas de la moto. ¿Me vas a privar de ese privilegio? – Ella intentó devolverle el casco, sin embargo, no lo consiguió.

- Sí. Ahora si me permites...

La mano de Jonah rodeó la muñeca de Ana con sutileza. La menor giró su rostro para enfrentarlo, y conectó con sus ojos verdes, que la miraban serios. El moreno se acercó a ella, y con delicadeza, le puso el casco. Se quedó mirando fijamente todos sus movimientos, y le impresionó esa forma tan paciente de él.

Después de ponerle el casco, se quedó mirándola un poco más.

-Vas a venir conmigo, ¿entendido? – Ana no le contestó, por lo cual el moreno chasqueó la lengua y tiró un poco de su pelo hacia atrás. – De verdad, no quiero que te vayas sola. Quiero hacer las cosas bien.

- Jonah, no es cuestión de hacer las cosas bien o mal. – contestó Ana con tacto. – Es dejar ser.

- ¿Por qué siempre estás a la defensiva conmigo? – contestó, con rabia contenida.

- Porque... - ¨no confío en ti¨. Se mordió la lengua mientras veía el rostro de Jonah. - ¿Sabes? Voy contigo. Paso de peleas.

Jonah asintió mientras se subía. Sintió las manos delicadas de Ana rodear sutilmente su cintura. La castaña se acomodó, quedando lo más cerca posible de Jonah. Sintió como su cuerpo emanaba calor y de pronto un pensamiento cruzó por su mente, como un relámpago. Se sentía bien.

Arrancó el motor y Jonah metió el acelerador, superando por dos la velocidad con la que había conducido la última vez que se subió con ella. Ana se aferró más a él, y aunque ella no le veía, el moreno empezó a tener una sonrisa retorcida en su rostro, orgulloso de meterle miedo a su tutora.

El camino no fue muy largo, llegaron a la cafetería y la primera en bajarse fue Ana, quien con torpeza puso los pies en el suelo. Al entrar y oler ese olor a café su estómago comenzó a reclamar algo qué ingerir. Se sentaron en el último sitio donde estuvieron y sacaron su material en cuestión de minutos. La camarera fue a apuntar sus pedidos y cuando ya estuvieron solos, Ana se puso a explicarle lo que no entendía de los temas. Pasada media hora, empezó a resolver dudas más pequeñas y, por último, un breve resumen.

Jonah la miraba atento mientras ella explicaba el temario con fascinación. El moreno no despegó sus ojos hasta que, por un momento, la interrumpió.

-Me gusta la manera en la que explicas. – contestó y Ana lo miró sin entender. – Tus ojos...

- ¿Mis ojos? – comentó ella mientras veía como Jonah se incorporaba en su asiento.

- Realmente te apasiona. – la castaña se quedó muda, sin saber qué contestar. No era mentira, pero pocos notaban eso en ella. Solo sus amigas, Zach y él se habían dado cuenta de la importancia que tenía para ella esos temas. Lo miró a los ojos, perdiéndose en el color verde de su mirada. Pasaron los minutos, y ninguno de los dos decía nada.

Quizás Jonah no era tan desagradable, quizás solo era cuestión de conocerlo, de saber cómo era. No parecía una mala persona, y menos en ese momento, donde su mirada ya no solo se dirigía a sus ojos, sino a todo su rostro. Ana se dio cuenta y utilizó su rostro para cubrirse parte de la cara. Jonah frunció el ceño y, como si fuera un impulso, se estiró hacia donde estaba, cogiendo el mechón de pelo que le estorbaba en el rostro a su tutora y lo apartó. Ana retrocedió de inmediato.

Jonah se dio cuenta e hizo una mueca. Había dejado la mano suspendida en el aire y, poco a poco, fue dejándola sobre la mesa.

La castaña cogió su bolígrafo y miró los apuntes. Ya casi habían terminado la tutoría con Jonah. Sin embargo, sentía que no quería estar allí más. Empezaba a haber una cierta tensión en el ambiente que no le gustaba para nada, hasta que él habló.

-Bueno, Anita. – dijo burlonamente. Ana lo miró mal. – De nuevo me has salvado el culo.

- Como siempre, inútil. – contestó y él puso su mano en el pecho, ofendido.

- Te diría que es mentira. – sonrió. – Pero ya es la segunda vez y empiezo a pensar que eres más heroína que los héroes de las películas.

Ana sonrió por su ocurrencia y vio como la tensión había desaparecido de un plumazo. O eso pensó, pues en la puerta de la cafetería se encontraba Zach, mirando con asombro a su amiga, quien reía enérgicamente con su amigo.

Otra vez empezaban los problemas. 

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Siento la espera pero ya estoy aquí uwu

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Nos vemos en la próxima!!!

Os quiero ❤️

Butterfly

Silence {Corbyn Besson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora