24. Lisa

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25 de noviembre de 2018

Lisa era una chica común. Tenía los ojos oscuros como dos perlas negras y sus rizos del mismo color contrastaban con su pálida y suave piel. Era alta, la más alta del grupo junto a Sofía. Su cuerpo era delgado, aunque ella dijese que hubiera partes que no le gustasen porque estaban más ¨rellenitas¨. Sus manos eran delicadas y suaves y su rostro estaba lleno de una luz (como decía Ana) única y diferente.

Era la mayor de su grupo, pero aun así se sentía un tanto inmadura para su tiempo: mientras que Ana tenía varios propósitos financieros, Ángela problemas amorosos y Sofía muchos contactos sociales, ella solo se centraba en estudiar y conseguir su carrera tan ansiada. Sabía que una carrera era un motivo muy grande para sentirse orgullosa de sí misma. Sin embargo, se sentía por dentro vacía.

Nunca lo dijo, pero la pelinegra se mudó con la intención de salir de la burbuja donde sus padres la habían tenido encerrada toda su adolescencia. A diferencia de su amiga Ángela, ella estaba sobreprotegida y la dejaban salir tan poco que algunas veces su grupo no contaba con ella en la mayoría de eventos. No las culpaba. De todas formas, era cierto que la gran parte de las ocasiones rechazaba la idea de salir solo para seguir estudiando.

Sus padres llegaron al punto de castigarla sin tecnología por revelarse contra ellos y sus normas tan rígidas. Y en una de esas peleas, decidió irse con sus amigas a estudiar afuera, en otra ciudad. Nunca se había sentido tan libre de hacer lo que le diese la gana, pero a pesar de ello, siguió autoerigiéndose a sí misma las normas que sus padres le habían dictaminado desde hace tiempo.

Ese día, después de una tarde llena de deberes y estudio, se le ocurrió la idea de ir a dar un paseo por la ciudad. Les preguntó a sus amigas que, si querían ir con ella, lo cual estas les contestaron que no, explicándole todo lo que tenían que hacer.

-Todavía no he terminado el cortometraje y lo tengo que entregar dentro de dos días – aclaró la castaña con una ligera sonrisa. – Lo siento Lisa.

-Yo quedé con Daniel para hablar de una cosa, pero si quieres...

-No. Gracias, Sofía. – expuso la mayor un tanto molesta. ¿Cómo se le ocurría invitarla a una semi-cita? No quería ir de sujeta velas. - ¿Y tú, Ángela?

- Necesito estudiar para un examen. Además de que ayer no dormí nada bien. – La morena miró a Ana con sutileza y Lisa enarcó una ceja. ¿Había pasado algo y ella no lo sabía? Tampoco le extrañaba. Siempre eran de esconderle secretos.

-Bueno – dijo ella encogiéndose de hombros. – Pues iré yo sola.

- ¿Seguro que estarás bien si no vamos? – preguntó la castaña preocupada. La mayor se encogió de hombros.

-Siempre ha sido así, ¿no? – las otras la miraron, culpables. Se despidieron escuetamente y Lisa salió por la puerta.

Llevaba unos vaqueros ajustados negros, combinados con un suéter rojo y una chaqueta de cuero. Su fino y esbelto cuello estaba cubierto por una delgada bufanda y sus finas manos estaban metidas en los bolsillos, los cuales no tenían otra cosa aparte de diez euros y el teléfono móvil.

Siempre le gustaba ir bien vestida. Era la típica chica elegante a pesar de no querer. Tenía su propio estilo acogedor. Sin embargo, vestía con ropa algunas veces antigua, heredada de su madre (o prestada). No era que no tuviesen dinero para ropa nueva, sino que a ella le encantaba probarse ropa vintage, por así decirlo. Le encantaba los complementos con simbolismos egipcios. Algunas veces restauraba pendientes y se los ponía, a pesar de que les hiciese daño en las orejas. Y así con todo.

De todas formas, se le veía un tanto recatada, por llamarlo de alguna manera.

Mientras caminaba por las calles, intentó memorizar el recorrido de estas, para volver a casa de una pieza y no perderse. La verdad, es que le gustaba esa ciudad. Más por el hecho de que nadie la conocía y que todo era nuevo y renovador.

No era lo mismo que a donde vivía antes. Estaba aburrida de ver a la misma gente, los mismos lugares, el mismo tráfico todas las mañanas para llegar a su instituto. Pero, sobre todo, por relacionarse con la misma gente estúpida quienes creían conocerla solo por suposiciones que decían los demás. Y es que no era justo, no era justo que la juzgasen por cosas que ni siquiera había hecho. Y sobre todo por esas bocas venenosas que la criticaban solo para hacer daño.

Sus amigas ya se habían enfrentado más de una vez a una que otra víbora que le hacía la vida imposible.

Era duro para ella tener que vivir rodeada de gente que no la estimaba de verdad, y que las únicas personas que la apoyaban, fuesen a las que menos viera.

- ¡Cuidado! – Lisa levantó el rostro y de inmediato sintió un dolor profundo en la espinilla. Dio un pequeño grito de protesta y miró hacia abajo.

Le habían dado con un skate.

Alguien lo recogió con rapidez y al volver a mirar al frente observó una cabellera rizada. Un par de ojos oscuros la miraron con culpa.

-Lo siento – dijo el chico con temor. Llevaba una camisa azul de cuadros holgada y desaliñada y unos pantalones deportivos negros. Sus zapatillas color blanco estaban llenas de polvo y suciedad.

Por lo menos, era a alguien que conocía. Y lo mejor de todo, es que parecía arrepentido.

-No pasa nada – contestó ella.

- ¿Por lo menos puedo ver si te he hecho daño? – contestó el del pelo rizado. Lisa negó de inmediato.

-No, de verdad estoy bien. – el suspiró.

-Vale. Te creeré, Lisa – sonrió Jack con incomodidad. Por primera vez se había encontrado con un amigo de Corbyn sin quedar con el grupo entero.

Era verdad de que Jack era de los que menos hablaban, y se podía decir de los que menos disfrutaba de la compañía de las chicas. Sin embargo, sentía una ligera empatía con él. Si llegaran otras personas al grupo que robasen la atención de sus amigas, también se enfadaría un poco.

-Por cierto, ¿Qué haces aquí sola? – miró con curiosidad a la pelinegra. Jack era el tipo de chico raro y difícil de entender. Su mirada no decía nada, sus gestos tampoco. No era un chico extrovertido y solo se limitaba a responder preguntas. Así que se impresionó cuando le escuchó pronunciar aquellas palabras.

-Bueno, conocer un poco la ciudad. – el asintió, serio. Ella hizo una mueca. No estaba acostumbrada a tratar con personas tan inexpresivas.

-Yo también estoy dando una vuelta solo y la verdad es que me aburro. ¿Te apetece que te enseñe por encima la ciudad? – La pelinegra abrió los ojos como platos, era una oportunidad perfecta.

-Si, por supuesto. ¡Gracias! – el asintió y agarró su skate. Empezaron a caminar lentamente, en silencio. Lisa lo miraba sin decir nada, pero sentía que algo iba mal con él.

Caminaba rígido e incómodo. Ella hizo una mueca.

-Oye, Jack – él la observó un tanto ausente. - ¿Te ocurre algo?

-Emm, bueno. Solo que... - se rascó la nuca – bueno, te lo voy a decir porque si no voy a estar más incómodo aún.

Ella ladeó el rostro sin entender.

-Me dabas un poco de penilla – ella abrió la boca y él empezó a hacer gestos con las manos. - ¡Lo siento! No debí decir eso, pero es que no me lo podía callar. Es...que bueno...soy así. Ahg. – suspiró, estresado. – Soy un puto desastre.


Holaaaa sé que ya hace un buen tiempo que no subo nada peeeeeeero AQUÍ ESTOY

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Holaaaa sé que ya hace un buen tiempo que no subo nada peeeeeeero AQUÍ ESTOY. 

Espero que os guste mucho.

Os quiero mucho.

Butterfly <3

Silence {Corbyn Besson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora