41. Examen

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17 de enero, 2019

Ángela y Corbyn salieron de un examen, totalmente agotados. La morena no había dormido casi nada, por no decir que ni una hora. Su cuerpo le estaba fallando y su mente no podía procesar nada más. Se sentía con falta de energía.

Normalmente iba arreglada, coqueta a clase. Últimamente era costumbre que su rostro estuviera bien maquillado y su ropa estuviera bien conjuntada, sin embargo, ese día llevaba unas mallas y un suéter, el primero que había pillado para ir a la universidad. Quería ir a casa, tomarse algo y dormir hasta que se despertase sola.

Pero había un obstáculo, un obstáculo rubio.

- ¿Cómo te ha ido? La pregunta dos era super fácil, ¿verdad? – Dijo emocionado mientras metía el bolígrafo en su bolsillo. No llevó mochila, solo lo esencial para poder hacer el examen. Ángela sintió que podía haber hecho lo mismo, pero después se acordó de que ella repasaba cinco minutos antes de clase. Y los apuntes no los llevaría en la mano.

- Bien. – Contestó sin fuerzas, Corbyn lo notó, torciendo el labio sutilmente, reconociendo el descontento de su amiga. – Si, la pregunta dos era fácil, pero la siete... madre mía. ¿Y a ti como te fue?

- Emm bien, creo que está para aprobar. – Cuando salieron del recinto, el rubio la detuvo y se acercó a ella para tomarla de los hombros. La morena ni siquiera se inmutó, solo lo miró sin comprender. - ¿Estás bien?

- Solo estoy cansada. Estoy deseando llegar a casa y echarme una siesta. – Reconoció. Últimamente se quedaban hablando un rato antes de irse cada uno por su lado. Otras veces la acompañaba a casa. Sin embargo, ese día solo quería silencio, y calma.

Había estudiado mucho para ese examen, había vivido mucho estrés, ansiedad, nervios y sobre todo había experimentado ganas de llorar porque no se le quedaban las cosas a la primera, ni a la segunda, y mucho menos a la tercera. Le costaba más que a los demás, y eso la hacía sentir peor. Corbyn, por su parte, era muy inteligente... cuando se lo proponía.

Sabía que ese examen le había salido bien porque se lo había currado, había trabajado para eso. Pero, aun así, su manera de estudiar y su capacidad eran totalmente superiores a las de ella. Y él más de una vez le había intentado inculcar su manera de estudiar para reducir sus horas de estudio, sin éxito alguno. Lo único que sacaba de eso era más estrés y ganas de pegar al rubio, que algunas veces no faltaban.

- ¿Segura? Pareces hasta enferma. – Intentó tocarle la frente, sin embargo, no lo dejó. Bajó la cabeza y miró a otro lado, incómoda. Por alguna razón, su corazón pegó un brinco al verle tan cerca de ella. Últimamente así funcionaban las cosas: todo iba bien hasta que se acercaba más de la cuenta, y es que empezaba a sentirse de una manera que no le gustaba del todo, porque se sentía extraño viniendo de él.

- Sí, estoy bien. Solo necesito descansar. – Él, sin decir nada, asintió, no muy seguro de sus palabras.

- Vamos a tomar el bus si te parece, ¿vale? – Ella no dijo nada, solo se dejó guiar por el rubio, quien cambió de dirección hasta llegar a una parada cercana. – Te llevaré a casa, ya mismo estarás durmiendo.

Su tono era tranquilo, amable. Estaba intentando consolarla. Ella apenas quería hablar, su mente estaba tan entumecida que apenas podía atender a la charla que tenía el conductor que había parado en la parada de autobuses y Corbyn, quien sacó su tarjeta del bus y pagó por dos. Le iba a decir que ella también tenía tarjeta, pero sus palabras se quedaron atascadas cuando se movió el autobús y por poco se cae. Sonrió, pensando en lo tonta que hubiera sido la caída si no lleva a ser por Corbyn, quien la agarra de la cintura.

Silence {Corbyn Besson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora