^Capitulo 18^

617 51 54
                                    

Con el amanecer en el horizonte, México conducía por las calles de Colombia, todavía preguntándose cómo había llegado a esa situación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con el amanecer en el horizonte, México conducía por las calles de Colombia, todavía preguntándose cómo había llegado a esa situación.

A su lado, Argentina dormía con la ventana baja, se lo veía incómodo, quizá por la temperatura demasiado alta para su gusto.
A diferencia de México, el argentino siempre fue alguien más de clima frío.

Debían quedarle quizá unas horas de viaje hasta el aeropuerto, donde dejarían el auto para que Uruguay luego lo fuera a buscar. Insultaba un poco en su mente, podía querér al sureño con todo su corazón, pero tanto viaje en auto cuando pudieron tan solo haber tomado un avión le parecía tedioso.

Además, tanto tiempo dentro del vehículo empezaba a darle una sensación de encierro y falta de aire.

Suspiró antes de notar algo de movimiento junto a él.
De reojo vio al argentino mientras este despertaba, lento e incómodo, removiendose en su lugar hasta que sus ojos se abrieron por completo. Lo primero que hizo fue tapar con sus manos la luz del sol. Con una pequeña risa nasal, el mexicano volvió su vista al camnino.

- Buenos días - Saludó tratando de poner buena cara

Argentina respondió con un quejido mientras volvía a cerrar los ojos.

- ¿"Buenos"? - Gruñó, dándole la espalda

- ¿Decentes quizá? - Insistió sin mirarlo

El bicolor respondió con un simple quejido. México rió, pero rápidamente una mala sensación lo cortó al recorrer su cuerpo de arriba a abajo.
Apenas escuchar un quejido de su parte, Argentina se levantó y o miró al instante.

- ¿Te sentís bien? - Preguntó, como si de repente el cansancio lo hubiera dejado

Con una risa nerviosa el mexicano demostró sentirse halagado por la preocupación contraria.

- Estuvimos tanto tiempo aquí dentro que creo que me estoy enfermando... - Confesó algo nervioso y algo abrumado

- ¿Paramos un rato? - Sugirió Argentina

El norteño negó con la cabeza.

- Un poco de aire nos haría bien a los dos... - Agregó el argentino con insistencia

Suspiró, por más que no quisiera detenerse hasta llegar a casa, tenía que considerar seriamente lo que decía su compañero. Tomar aire no les haría mal... además, como no saliera de allí iba a terminar soltando la comida de los tres últimos días en el auto de Colombia, y eso no le convenía.

En nada se encontraron con el auto estacionado, odiando el pensamiento de tener que volver a entrar a este.

Al escuchar otro quejido más del sureño se giró a ver qué tenía para decir esta vez.

- No puede hacer tanto calor... te juro que tiene que ser ilegal... - Dijo en un tono que sonaba como si estuviera al borde del llanto

El mexicano medio rió medio suspiró, demaciado cansado como para responder cualquier otra cosa.

Hermanos de corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora