^Capitulo 21^

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Al despertar México conoció una nueva sensación, una cálida, dulce, suave como la seda y relajante como una leve brisa primaveral

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Al despertar México conoció una nueva sensación, una cálida, dulce, suave como la seda y relajante como una leve brisa primaveral.
Eso fue lo que generó en su pecho el abrir los ojos lentamente solo para encontrarse a Argentina, aún dormido, frente a él.

Era una situación extraña, normalmente si despertaba primero corría a despertar a alguien más para no estar solo... pero no se sentía solo en ese momento, es más, se sentía mejor que nunca. Había algo curiosamente tranquilizador sobre observarlo mientras su pecho subía y bajaba con cada profunda respiración, o su cara relajada con sus ojitos bien cerrados y sus labios levemente separados.
Era como una obra de arte a sus ojos, una situación a la que podría acostumbrarse y mirarlo por horas seguidas sin siquiera querer parpadear por temor a perderse aun que sea un segundo de su compañía.

Estaban ambos destapados, todavía recordaba la manera en la que habían vuelto a casa argentina tomados de la mano y sin separar sus miradas en instantes. Habían reído y tonteado en cada rincon existente, aprovechaban para besarse a cada segundo, casi como si estuvieran descargando lo que hacía años habían querido hacer, bromeaban, se abrazaban, se acorralaban contra las paredes, nada les importaba.
Eran ellos. Era sú mundo. Sú momento.
Y así siguieron hasta caer rendidos en la cama, tan cansados pero tan felices que ni siquiera se tomaron la molestia de acomodarse, solo se tomaron las manos y cayeron desmayados frente a frente.

Su corazón golpeaba de tan solo recordarlo, un par de momentos borrosos se habían vuelto los mejores de su vida.

Con la delicadeza de una pluma al caer, México acarició la mejilla del hombre al que tanto apreciaba, casi como si quisiera asegurarse de que su presencia era real y no un invento perfecto de su imaginación.
Pero no, Argentina realmente estaba allí, no escapando al contacto y demostrando un cariño mutuo al momento en el que posó su propia mano sobre la del mexicano, todavía algo adormilado.

México observó con fascinación mientras el argentino abría lentamente sus ojos verdosos, parpadeando varias veces para acostumbrarse a la luz. Argentina miró al norteño, volviendo a él ese brillo de emoción como si repentinamente despertara por completo.

- Menos mal - Rió aliviado mientras apretaba el agarre de su mano, desviando la mirada

- ¿Menos mal? - Repitió el tricolor con su voz ahogada por el cariño - ¿A qué te refieres? -

- Tenía miedo de que hubiera sido solo un sueño... - Respondió en un murmullo cansado, acercándose para esconderse en el pecho del mayor, sintiéndose tan cómodo y contento como si aquel fuera el lugar al que había estado destinado toda su vida

El mexicano rió leve, sonrojándose ante el conocimiento de que ambos habían sentido lo mismo.

- Pues la neta sí se siente así - Confesó, rodeando al sureño con sus brazos, los cuales parecían encajar perfectamente en el cuerpo contrario - Pero es real... estoy aquí, ambos estamos aquí... juntos - La emoción se atascaba en su garganta, casi impidiéndole el hablar

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