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Sunoo ya tenía una vaga idea de dónde es que quizás iban a ir.

Dio un suspiro, se aferró más al torso de Sunghoon y se dispuso a mirar el paisaje que yacía a su lado. Hace casi media hora ya habían dejado atrás la ciudad, siendo esta vez montañas medio rocosas y arenosas las únicas que estaban a los costados de la carretera.

El tiempo que demoraron no fue para nada tedioso, pero cuando al fin llegaron, Sunoo se sintió totalmente aliviado al por fin volver a tocar el suelo. Estiró sus extremidades con pereza mientras el rubio aseguraba su motocicleta. No bastó mucho tiempo para que después Park rodeara su fina cintura con dulzura, ambos sonriendo plenamente mientras caminaban hacía un buen lugar lejos de personas que pudieran mirarlos con fastidio.

— Este es buen sitio. —comentó Sunoo, haciendo que el rubio se quitara la mochila y de ahí sacara una gran tela.

Ambos la extendieron con cuidado y la colocaron sobre la arena.

— Ya está empezando el calor. —habló Sunghoon, quitándose la polera, las zapatillas y las medias.

— Uh, sí. — fue lo único que pudo decir sintiéndose levemente incómodo. No es como si quisiera ver el cuerpo de Park de manera tan expuesta.— Lástima que ni tú ni yo trajimos ropa más cómoda.

— Bromeas. —el rubio soltó una risa nasal.— Por supuesto que sí traje, está debajo de mi pantalón.

— ¿Qué? — sus ojitos se expandieron cuando observó como Sunghoon terminaba por sacarse el polo por completo, dejando a la vista su muy bien marcado torso. Para luego quitarse el pantalón y quedar con un corto short que mostraba sus apetecibles y trabajadas piernas.— ¡Sunghoon! —desvío su mirada con rapidez.

El mencionado sacudió su cabellera y comenzó a estirar sus brazos.— ¿Cuál es el problema? —fingió inocencia, algo dentro de él sabía que Sunoo empezaba a ponerse nervioso y le encantaba ser quien causaba aquello.

— No, nada olvídalo. —siguió mirando el mar como si fuera lo más interesante en el mundo.

— Hey, no mientas. —el pelinegro no dijo nada.— ¿Vas a ignorarme? —sonrió.— ¿Qué de bueno tiene el mar? —bromeó acercándose al pálido. — Tierra llamando a Sunoo. ¿Me escuchas?

El pelinegro soltó una suave risita y observó cómo Park estaba cerca de él, conocía esa mirada.— No, Sunghoon, ni se te ocurra. —alzó las manos intentado protegerse, pero todo aquello fue en vano cuando el rubio se lanzó hacia él, cayendo de espaldas y sintiendo cosquillas por todo su torso.

Las risas fueron perdiéndose entre la fresca brisa y el momento se volvió mucho más divertido y agradable.

— ¡Sunghoon, ya no! ¡Hey! —siguió soltando sonoras carcajadas mientras se removía en la tela.— ¡Sunghoon! —intentó tomar las manos de Park, ambos jugueteando en una tierna lucha.

— Amo tu risa. —comentó el rubio cerca de su cuello, dejándole un casto beso para luego detener su sesión de cosquillas.— Ahora te veo más relajado, me gusta.

— Tonto, hiciste que sudara. —se quejó, sentándose otra vez y haciendo de manera inconsciente un pequeño puchero.

— No hay problemas, vamos al mar a refrescarnos. —le animó.

— Pero estoy con pantalón.

— Compré algo de ropa, quizás puedas usar alguna.

— Está bien, vuelvo pronto, iré a buscar un vestidor. —tomó la mochila y se levantó con cuidado.

— ¿Vestidor? —alzó una ceja mostrando disconformidad.— Demorarás mucho, yo ya quiero nadar.

— ¿Te escuchas? —el pelinegro sonrió.— Suenas como un niño caprichoso y muy infantil.

Sucker for you. ‹𝟹 SungsunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora