XXVI. Obra para el recuerdo.

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— ¡No, esto no puede estar pasando! —Rompí en llanto al sentir su espíritu frío en mis brazos.

La tomé en mis brazos mientras le llamaba a Sofía.

— Vine en cuanto pude...—abrió la puerta.

—Ayúdame, necesitamos que se metan a nuestros cuerpos, ¿sabes como hacerlo? —Le pregunté.

—Nunca lo había hecho... —Bajó la cabeza.

Subí su mentón y acaricié sus manos suavemente.

—Tranquila, si esto es algo complicado para ti, o te sientes mal, no te preocupes...

—¡No! —respondió mientras me abrazaba fuertemente— quiero hacerlo, si voy a ayudarla que así sea...

Acaricié su cabello lentamente mientras mis manos se cargaban de energía.

—¿Qué vamos a hacer? —Me preguntó.

Tomé su mano.

—Cierra los ojos, y no sueltes mi mano...

Siguió mi instrucción al pie de la letra, ambos comenzamos a flotar en el aire mientras cargaba una parte de mi poder fantasmal hacia ella.

Le pedí que abriera los ojos, al hacerlo, tomaron un tono blanco, lo cual significaba que la transferencia de poder estaba hecha.

Caí al suelo, algo débil, sin embargo, me levanté rápidamente.

—Extiende tu mano y comete su alma, entrará a tu cuerpo en seguida, te sentirás muy rara, pero será normal. —Le expliqué mientras tomaba el alma débil de Bruce.

Me arrodillé en el suelo al haber entrado su alma, comencé a sentirme demasiado mal, un intenso dolor, recorría mi cuerpo. Lloré del dolor, sin embargo, para Sofía fue más fácil incluso.

Sentía dos latidos recorrer mi corazón

—¿Estás bien? —Le pregunté a mi lobita.

—Si, estoy muy bien, gracias por preguntar, me siento bastante fuerte, ¿Y tú estás bien...? —Me acarició las mejillas

—Por supuesto, deja que me levante... —Le mentí

Al levantarme y dar un paso, me caí.

— ¡Tranquilo! —me cargó en sus brazos y me colocó en un sillón—vuelvo en un momento, estás demasiado débil.

—Gracias, por cuidarme siempre...—Le sonreí.

—A ti, por darnos otra oportunidad. —Respondieron las voces de Bruce y Veronika saliendo de nuestros respectivos cuerpos.

Sofía me trajo una comida deliciosa, la cual fui comiendo poco a poco hasta que sacié nuestra hambre y me recuperé por completo.

—¿Cómo te sientes, mi lobito? —Preguntó Sofía dulcemente.

—Como si me hubieran embestido contra la pared durante varias horas...—Respondí mientras me incorporaba lentamente.

—Tu humor nunca cambia...—Se rio.

Me levanté y nos fuimos al hotel.

—Esta buena acción no se quedará así, haremos todo lo posible para ayudarte cuando lo necesites...—Me dijo al oído la voz de Bruce.

—Gracias, ahora, descansa, mañana tienes que hacer una obra de teatro. —Le mencioné con una sonrisa.

—Igualmente...

31 de diciembre 1999.

Desperté con el olor de un delicioso desayuno inglés.

Entré en calor luego de ejercitarme un poco, hablando frente al espejo, me vestí y alguien tocó la puerta, era...

Tengo Miedo a PerderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora