XXVIII. Los duendes irlandeses

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—Parece que la noticia de que estás embarazada ha trascendido...—Le sonreí a Sofía, quien se puso muy nerviosa.

—Vámonos yendo, Jahel, saca el mapa de Inglaterra, iremos a Irlanda.

Jahel tomó a Winny en sus brazos y vino con nosotros.

Comencé a manejar aquel auto, se sentía la velocidad y el viento recorrer mi cabello me hacía sonreír.

—Oye, Bright, ¿Qué crees que vaya a ser nuestro bebé? —Me preguntó tímidamente mientras miraba por la ventana.

—Te entiendo, la incertidumbre es rara, pero pronto lo podremos saber, ahora diviértete, este viaje quizá te traiga algo de paz...—Le respondí dulcemente.

Seguimos manejando mientras Jahel encendía la radio y sonaban las canciones más actuales.

—Me da gusto tenerlos a los tres... —Les comenté a todos.

—A nosotros también. —Respondió Jahel mientras jugaba con el pelo de Winny.

—Así parece que estás acariciando al gato del Padrino...—Sofía se burló

Todos nos reímos, luego de llegar al puerto, tomamos un ferry a Dublín.

Luego de unas horas en el ferri, llegamos a Dublín, no nos dio tiempo de ver aquel paisaje.

Sin embargo, Sofía me pidió que manejáramos hasta la montaña de Cruagh.

— ¿A dónde vamos? —Preguntó Jahel

—Espera...

Silbé y aparecieron nuestros caballos, Sol y Luna detrás de un portal al mundo de los sueños.

— ¿Cómo hiciste eso? —Me preguntó boquiabierto.

—Es el poder de ser heredero del reino de los sueños y la muerte...—Le respondí mientras le cerraba la boca.

— ¡Montemos! —Exclamó Sofía.

Como un trueno, las chicas se subieron juntas a Sol, mientras nosotros nos montábamos sobre Luna.

— ¡Solo no me tomes de la cintura como lo harías con tu esposa! —Le mencioné con incomodidad.

—Ya, admítelo, te va a gustar...—Bromeaba Jahel.

Las chicas comenzaron a burlarse.

—Mira, vamos a hacerlas enfadar...—Susurró.

Accedí a su idea, se quedó abrazado a mí, como lo haría Sofía conmigo.

— ¡Creo que a los chicos les gusta montar a caballo juntos! —Exclamó Priscila entre risas.

Al subir a la cima, nos encontramos con hermosas vistas y una casa muy antigua pero que transmitía una sensación extraña.

—¿Qué es este lugar? —Le pregunté a Sofía.

—Bienvenidos al hogar de mi madre, su cuerpo reposa en el árbol que está ahí...—Señaló un árbol de roble que crecía cerca de la casa.

Escondió una lágrima y continuó mostrándonos el lugar.

Ambos fueron a instalarse mientras Sofía y yo nos quedamos afuera, comencé a admirar el paisaje, sin embargo, Sofía rompió en llanto, desconsolada.

Me acerqué tímidamente hacia ella.

—Sé bien por lo que pasas, yo...también lo siento de vez en cuando, que mis padres no se encuentren a mi lado me pone triste..., déjame cuidarte ahora. —Le pedí dulcemente.

Tengo Miedo a PerderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora