XII. El dolor de no tenerte a mi lado

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18 de septiembre 19...

Diario de Daniel.

A la mañana siguiente:

Desperté temprano y comencé a preparar las cosas para irnos.

El abuelo Harry encendió su Ford modelo 80 y condujo al centro del pueblo.

—¿Qué te parece el ambiente de Inglaterra? —Me preguntó la abuela Apple.

—Sin duda extraño demasiadas cosas, pero se siente bien las noches que, si bien son frías, también son muy hermosas. —Le respondí con un suspiro.

—Por cierto, estate atento, dicen que en algunos callejones espantan...—Me advirtió el abuelo.

—Harry, no digas estupideces, los fantasmas no existen...—Bufó Jennefer.

Me quedé callado mientras llegábamos al centro del pueblo, el cual era grande y muy lindo, sus casas de alrededor parecían sacados de un cuento de príncipes en años medievales.

—Bienvenido Bright Apple, a Bamford. —Me explicó.

—Que hermoso es este lugar...—Sonreí.

Pusimos nuestro puesto en funcionamiento.

—¿Me vas a enseñar a hacer pasteles? —Le pregunté a la abuela.

Asintió con una sonrisa.

—El arte de hacer buenos pasteles es hacerlo pensando en alguien que quieras mucho, quedará más delicioso...—Mencionó—excepto en la nueva hija de los Strawberry...

Gruñó.

—Lo se...—Bajé la cabeza mientras comenzaba a partir las manzanas que me ordenaba.

—Después de que termines con las manzanas, enciende el horno a 356 °F, o 180 °C. —Me ordenó.

Lo encendí a la temperatura que me indicó y comenzamos a preparar un lindo bizcocho de manzana.

Seguimos preparando distintos postres para venderlos.

Poco a poco fue llegando la clientela, la cual se dividía, una parte compraba postres de manzana mientras la otra iba a los pasteles de la familia Strawberry.

— ¡Manzanas, vengan a probar los mejores postres de manzana, deliciosos como siempre! —Pregonaba mi abuela.

—A menos de que quieran comprar jugosas fresas, que están cosechadas con mucho amor, y no se agrían, como la expresión en la cara de Jennefer...

Se rio un hombre el cual desconocía.

Aquellas palabras detonaron una intensa discusión entre ambas familias.

Me sentía tan aburrido, sin embargo, observé que ahí estaba Jimena, la luz de mis ojos. Le sonreí, tomé unas monedas y nos escabullimos mientras ellos seguían en su imparable discusión por las frutas.

Corrimos juntos hasta llegar a una pequeña heladería donde nos quedamos juntos.

Ambos comenzamos a reír mientras pedíamos un helado napolitano en un vaso.

— ¿Viste sus caras? —Me preguntó con una risita.

— Que locos están...—Le confesé mientras nos entregaban el vaso de helado.

Comenzamos a comernos el helado a cucharadas.

— ¡Yo, soy el monstruo de las cucharas y voy a devorar tu cuchara! —Fingía una voz de monstruo divertido.

Jimena se rio mientras nos fundíamos en un tierno beso.

—¿Alguna vez te he dicho que tus besos son deliciosos? —Le pregunté con una sonrisa.

Tengo Miedo a PerderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora