*Narra Kate
Al otro día tras entregarle el desayuno al conde y a mi hermana. Me atreví a preguntar.
— mi señor, puedo hacer una pregunta? —dije yo
— qué quieres— respondió el Conde
— ahora que estoy comprometida, y que por las formalidades mi futuro esposo vendrá de visita, podré comprar algunos vestidos ya que los que tengo son para hacer la limpieza de la casa? — le pedí al Conde
— para qué quieres hacerme perder más dinero?. Aunque te pongas trajes mejores, eso no ayudará en nada a tu apariencia. Seguirás igual de desgarbada y semblante corriente — dijo el Conde
Y después de tantas cosas dolientes que el Conde por años me dijo, sentí una gran pena en mi corazón. Al Conde le sobraron recursos, y yo no pedía nada caro y ostentoso. Pero después de tantos años de dura servidumbre, me dolía y me avergonzaba sobremanera tener que presentarse a mi futuro esposo con los harapos que usaba siempre.
Me di vuelta sin decir nada, y luchaba por que las lágrimas no corrieran por mis ojos. Luego de mucho rato me consolé, aunque me costaba creer que ese hombre tan atractivo y de mi edad realmente me aceptara como esposa.
Pensé que quizás una vez estando en casa de mi nuevo esposo, este me daría el trato más afectuoso que nunca me dio mi padre. Y me fui a lavar y remendar mis vestidos, para que se vieran lo mejor posible, en medio de todo lo desgastado de la tela. Cuando llegó la tarde de la primera visita de cortejo el Conde junto ambas hijas.
— Elizabeth por convenciones y formalismo es mejor que tú estés en cada visita acompañando a tu hermana. De esa forma nos evitaremos habladurías. El matrimonio se celebrará dentro de un mes y no puede haber ningún rumor en contra de tu hermana. — dijo el Conde
— y qué tipo de rumor podría haber señor padre? — pregunto Elizabeth
— cuando las novias se casan apresuradas por lo general es porque llevan un hijo en el vientre — dijo el Conde
— entiendo —dijo ella
*Narrador Omnisciente
Llegó la primera tarde en que vendría Henry a visitar a su futura esposa o sea a Kate. Entró por la puerta muy galante y lo raro es que traía dos ramos de flores.
— su padre me informó que las dos hermanas estarían juntas para evitar habladurías, así que decidí ser galante con ambas, ya que después de todo seremos familia — dijo Henry, Elizabeth no disimulaba las miradas de coquetería con quién sería el esposo de su hermana. Y por su parte Kate, encontró este gesto por demás considerado.
Y ya no solo veía lo atractivo de ese hombre, despertaba su curiosidad la sensibilidad qué aparentaba su carácter. Mientras conversaban, observa cada detalle de su persona y cuánto más lo miraba, más hermoso lo encontraba. Sentía que, con solo darle un beso, toda su pena y amargura guardada por años se desvanecería. Con ese futuro tan feliz y maravilloso que se auguraba con ese galante y sensible hombre.
De a ratos se veía mirándolo fijamente y soltando suspiros sin querer. Que hasta se olvidaba de lo mal que se veía en aspecto su ropa en comparación a la que llevaba su hermana. En las sucesivas visitas, su futuro esposo parecía no prestar atención a lo feo de su ropa. Y esto le consolaba, además que la ilusionada aún más, pensar, que ese hombre rico y tan atractivo no perdía el tiempo en apariencias.
De pronto concluyó que las fantásticas historias de amor de sus libros y los poemas más sublimes eran inspiradas en hechos reales. Que realmente existían hombres y mujeres que se amaban más allá del dinero, de la ropa, de las apariencias y los convencionalismos.
Qué el amor apasionado de los libros era posible, y aún a sus 30 años estaba a su alcance. Se encontraba de pronto en la cocina suspirando y cantando feliz, cuándo llegó su hermana Elizabeth.
— quién diría que alguien como tú terminaría casándose antes que yo. ¿Esto sí que parece una burla del destino no crees?
— Elizabeth tú eres muy hermosa, basta con que des una vuelta por el centro o visites algún evento social para que cualquier hombre caiga rendido a tus pies. No tienes que fijarte en mi suerte. El solo hecho que estemos vivas mientras que todos nuestros hermanos murieron ya es una bendición —dijo Kate
— y realmente crees que puedes hacer feliz a ese hombre? — dijo Elizabeth
—qué clase de pregunta es esa para una hermana? Deberías estar deseando mi felicidad. Mira como has sido criada tu y como he sido criada yo. ¿Crees que he cometido un crimen tan maligno que no merezco un poco de amor o buen trato en mi vida? —dijo Kate
Y Kate no podía dar crédito a tanto veneno guardado en el corazón de su hermana. Quién en apariencia parecía una bella virgen, que tan solo le faltaba el niño Jesús en brazos, para verse sublime como una estatua viviente. No entendía cómo una mujer o joven que se había criado con tanta comodidad, con todo lo que su corazón había deseado pudiese ser tan envidiosa.
Luego se dio cuenta que más que su hermana frente a quién sería su esposo era más una enemiga. Y le dolía el alma sentarse junto a ella cada visita de su futuro esposo, y comparar sus ropas, las joyas que ella tenía, los exquisitos perfumes que olía, el maquillaje con que realzaba su belleza.
Y comenzó a darse cuenta, cómo poco a poco trataba de ganar el corazón de quién sería su esposo. No estaba junto a ella para salvaguardar su honra sino para robarle la felicidad.
Y cada visita que quedaba antes del casamiento, ella luchaba por llamar la atención de Henry. Como podía, con comentarios acerca de libros, de poemas, y de cuánta cosa pudiera encontrar entretenida. Para que no le quitaran la atención que se merecía como futura esposa. Aunque Henry en apariencia las trataba a las dos por igual.
Pero al término de cada visita, Elizabeth su hermana la mirada sonriente y victoriosa, mirándola además con desprecio que hasta una vez se atrevió a decirle, que su futuro marido, a la semana se cansaría de ella.
Y de pronto su felicidad, se transformó en desconfianza, en un intento desesperado por tratar de no ser ignorada por su futuro esposo, por ese hombre atractivo, que en esos pocos encuentros robaba su atención, sus ilusiones y su calma.
Ya que deseaba como nunca en su vida, poder casarse con él y sentir un beso suyo, una caricia de su mano sobre su cara. Hubiera podido morir feliz con tan poco, porque en toda su vida en realidad no tuvo nada. Y se desesperaba en las noches llorando de pena, de que Henry a último momento decidiera retractarse de su matrimonio con ella.
Al sentir vergüenza de una mujer que no mostraba gracia ni elegancia en el vestir.
Como se desesperaba por tratar de explicar que no tenía recursos para verse digna como se veía su hermana. Que esos recursos le eran negados por su padre. Que no era una desconsideración suya, todo lo contrario. Si por ella fuera se hubiese vestido de reina para recibir a ese apuesto y sensible príncipe que no la menospreciaba por su edad y que no reparaba en lo andrajoso de su ropa. Mas aun, se esmeraba en los regalos, galanteos y detalles.
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El último tren
Про оборотнейKate West es la hija mayor del conde Thomas West, hombre cruel y machista que obligó a parir siete hijos a su mujer hasta tener herederos varones que perpetúen su apellido. Las cuatro primeras fueron mujeres y los tres últimos varones. Pero tras la...