*Narra Kate
Después de más de tres meses, pude recuperar por completo la movilidad.
Y escuché claramente que el Elizabeth ya estaba embarazada.
Recordé la frase que siempre dicen a las muchachas, de que debían preocuparse de que no se les fuera el tren. Cuando las instaban a buscar marido para ser felices. Y resulta que este último tren que al parecer me llevaría a mi felicidad solo me había vuelto más esclava.
Esclava de tener que escuchar la felicidad de mi hermana con mi marido, y de estar durante meses confinada a una habitación como si fuera una prisionera. Más me hubiese valido perder este último tren y no haberme ilusionado jamás.
Ahora solo restaba, esperar el momento de mi fuga. Mientras el que se suponía mi marido festejaba junto a mi hermana el hecho de que estaban esperando un bebé. Entró al Conde a mi habitación y traía unos regalos.
— quiero que te pongas esto, ya que dices que no te trato de la misma forma que tus hermanas. Te daré unos minutos para que te lo pongas enseguida vuelvo — y salió sin más
Abrí los envoltorios, eran joyas, perfumes, zapatos y un vestido como nunca tuve. Era evidente qué trataba de lavar su culpa intentando comprarme, comprar mi perdón. Aunque no comprendía porque se tomaba siquiera el trabajo de sentir culpa.
Le seguí el juego, de pronto pensé que lo mismo que me estaba regalando podía venderlo para tener dinero para escapar.
En cuanto me puse todas las cosas, las joyas, el perfume, los maquillajes, me veía como otra persona.
Pero mis ojos ahora estaban vacíos.
Entró una empleada, que terminó de ayudarme con los detalles, ordenando mi pelo y poniendo adornos y flores sobre el. Me miraba al espejo y no me reconocía, no solo por la apariencia externa sino por todo lo que había sido capaz de aguantar.
De pronto entra de nuevo el Conde y le hace una seña a la sirvienta para que se vaya. Se me queda viendo de arriba abajo como si no reconociera a su propia hija.
— ahora sí te ves con una Condesa — dijo mientras no quitaba sus ojos de mí, pero yo no puse atención al primer halago y cosa amable que salió de su boca en toda mi vida.
Mi mente solo estaba centrada en escapar. Me tomó del brazo para salir de la habitación, y me dirigía a la de Henry. Era obvio que querían darme el golpe de gracia.
Obligarme a que lo felicitara por su fechoría. Elizabeth y Henry se me quedaron viendo cuando entré con el conde, y al parecer tampoco me reconocían.
Tan acostumbrados estaban a ver mi miseria, qué unos cuantos trapos lujosos al parecer me devolvían mi dignidad de persona.
— felicidades por su hijo, se empeñaron demasiado en engendrarlo, se lo merecen — dije como un autómata
— a partir de ahora tu vida será otra, ya que eres la única hija que me queda para vivir conmigo, te daré todo lo que antes te negué — dijo el Conde — ahora que ha terminado la peste volveremos al castillo, en cuanto tu hermana me entregue a su hijo. Ahí seremos felices
Y no podía creer cuando el Conde por primera vez en su vida pasó sus manos sobre mi pelo, esta vez no para arrastrarme o golpearme sino para hacerle caricias. Era como si de pronto se hubiese transformado en otra persona.
Era obvio que algo estaba tramando. Y sentí temor.
Luego me excusé y me fui para el jardín para tomar un poco de aire. Desde el día de la boda, no había salido una sola vez de ese cuarto, en donde me atormentaban con golpes y con gemidos de placer que provenían de mi hermana y del que se suponía sería mi marido amado.
Mientras respiraba aire fresco en el jardín, traté de moverme por el lugar observando cuál sería mi vía de escape. El problema es que no contaba ni siquiera con dinero en mis manos.
Caminé casualmente por el jardín, para que nadie sospechara que estaba mirando las salidas. Y en cuanto las detecté, me topé con Henry.
Me miraba con una mezcla de vergüenza y algo más.
— sé que no me crees, pero me arrepiento del espectáculo lamentable que he dado con tu hermana — dijo Henry
Yo solo lo miraba no le dije nada. Hacía muchas semanas que lo que había nacido en mi corazón que era bonito, murió con cada gemido que ellos dos daban.
— Te ves tan distinta. ¿Porque ocultabas tu belleza de esa manera antes? — pregunto extrañado
— Jamás he tenido el privilegio de elegir mi ropa — respondí y él se quedó meditando largo rato.
— Creo que ambos hemos sido utilizados Kate — dijo él y yo no pude evitar reír incrédula.
— Has estado demasiado entretenido para haber sido utilizado, no me vengas con cuentos —le contesté más que asqueada
— Lo digo porque tu padre evidentemente planificó cada paso para ocultar tu belleza de los hombres. Para entregarme una hija bella como Elizabeth pero que ya no era virgen cuando estuvo conmigo, era obvio que cualquier otro marido la hubiese rechazado. Y, por si fuera poco, debo entregarle a mi primogénito y entregarte a ti — dijo Henry con gestos de decepción
— No me digas — dije burlándome
— Ahora que no tienes esa montaña de trapos viejos cubriéndote y que cuentas con los mismos vestidos que usa tu hermana es evidente que tú eres más bella, inocente y pura. Y que hice el peor trato de mi vida aceptando a tu hermana. Porque en realidad el Conde no te ve como su hija, si no como su condesa. Y su mujer en la práctica. Cómo hábil aristócrata se quedó con lo más valioso y me dejó las sobras.
—Pero vaya que te divertiste con las sobras!, eres un cínico —dije con rabia, él bajo la cara y continuo su perorata,
—¿Me imagino que te das cuenta a lo que vas cuando vuelves con él al castillo verdad? —me mira a los ojos
— No entiendo — respondí
— Te golpea de esa manera para someterte, y te compra con regalos costosos, quiere a toda costa qué no te niegues a lo que él vaya a pedirte. Ha estado todos estos años preparando tu mente para ser sometida, porque lo que pretende no es nada bueno. No es una vida de padre e hija que quiere darte. Y sabe que a menos que te doblegue por la fuerza no accederás. — dijo Henry
— quieres decir que además de ser un golpeador y el peor de los padres es además un pérfido degenerado? — pregunté escandalizada
— sí, esta tarde lo llevaré hasta mi despacho con el pretexto de qué celebraremos el próximo nacimiento de mi hijo. Te dejaré en uno de los compartimientos secretos para que escuches todo lo que hablemos. Al menos eso puedo hacer por ti, advertirte — dijo Henry que al parecer con esto pretendía lavar su culpa.
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El último tren
WerewolfKate West es la hija mayor del conde Thomas West, hombre cruel y machista que obligó a parir siete hijos a su mujer hasta tener herederos varones que perpetúen su apellido. Las cuatro primeras fueron mujeres y los tres últimos varones. Pero tras la...