La noche de bodas Parte 8

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Terminando la fiesta, Kate no podía más de los nervios, trataba de calmarse y respiraba hondo

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Terminando la fiesta, Kate no podía más de los nervios, trataba de calmarse y respiraba hondo. Solo se dispuso a dejarse llevar por su marido y decirle con honestidad que no había sido instruida en cómo debía comportarse. Estaba segura que su esposo seria comprensivo y el mismo la guiaría a cumplir sus deberes de esposa.

Entonces poco a poco se fueron los invitados de la fiesta y Henry y Kate los saludaban contentos agradeciéndole los regalos y que hayan podido asistir a tan feliz evento.

Cuando todos se fueron solo quedaban los novios, Elizabeth y el conde.

Entonces Henry toma de la mano a Kate para dirigirse por las escaleras a los dormitorios y Kate sentía que se le iba a salir el corazón de los nervios.

Cuando llegaron al cuarto principal entraron y Henry le dijo.

—Kate, tú eres mi esposa por la iglesia, pero yo no voy a consumar el matrimonio contigo. Desde ahora tu dormirás en el cuarto de al lado y como tu marido te ordeno que no me molestes, oigas lo que oigas en este que es mi cuarto. ¿Entendiste? —dijo Henry y Kate quedó paralizada

—No entiendo, nos casamos, pero jamás seré tu esposa en realidad. ¿Pero porque haces esto entonces? —dijo Kate al borde de las lágrimas

—No voy a perder mi herencia e hice un trato con tu padre, solo tengo que darle un heredero y todos felices —dijo descaradamente Henry

—¡Pero estas casado conmigo, eso sería adulterio! —dijo molesta y por primera vez sintió una gran bofetada de Henry, que hizo salir sangre de su boca al mismo tiempo que lágrimas.

—Limítate a obedecer lo que dice tu padre y tu marido— y la llevo a empujones hasta la habitación de al lado y trabó desde su lado la puerta para que Kate no volviera a entrar.

En ese instante Elizabeth que estaba vestida como una reina con un traje hermoso, joyas y demás accesorios que realzaban su belleza, entró al cuarto de Henry y se dispuso a cumplir las labores de esposa. Y el conde con una sonrisa se fue para su habitación.

Kate estaba en shock por la jugada que le habían hecho, su padre, su marido y su hermana. Y no podía creer que fuera posible tanta maldad.

Buscó por alguna abertura ver lo que sucedía en la habitación de Henry porque en el fondo de su corazón quería que esto fuera una cruel broma, pero no lo era.

En la habitación de Henry, Elizabeth y él se besaban con ardor. Mientras él la acariciaba por todo el cuerpo. Se fueron quitando la ropa lentamente hasta quedar completamente desnudos.

Y Kate estaba paralizada ya que jamás tuvo lecciones de lo que hacían los adultos en el lecho del matrimonio y de la impresión y el dolor sencillamente no podía moverse. No podía creer siquiera que fuera cierto a pesar de que sus ojos le decían lo contrario.

Se recostaron sobre la cama y él le abrió las piernas a Elizabeth y esta se quejaba mientras el cuerpo de Henry se movía sobre ella y se seguían besando y acariciando.

Hasta que el resonar de sus gemidos se hizo tan fuerte, que pensó que perdería la razón por el dolor y la humillación al ver a su propia hermana y marido haciendo algo tan íntimo. Con pleno conocimiento de ella en la habitación de al lado y que además podía perfectamente escucharlos.

Se tiró en su cama con su ridículo vestido de novia y ahogaba con la almohada su llanto desgarrador y su grito de impotencia por tanta humillación, dolor y desprecio que no se había buscado.

Y se partía su corazón con cada gemido de su hermana que mataba en su alma todas las esperanzas de ser feliz con Henry y que por fin alguien la viera con amor.

Esa noche se le fueron las horas en ahogar su llanto y no poder conciliar el sueño dado el escándalo que hacían su esposo y su hermana en la habitación contigua.

Y por más que en su tormento trataba de pensar que ganaban con haberla engañado no entendía. El dolor le impedía pensar con claridad

Porque sencillamente no casaron a Elizabeth directamente sin tanto rodeo, sin ilusionarla de la forma más inmisericorde.

No podía creer el nivel de maldad de su hermana que se prestaba para un hecho tan aborrecible y la de su padre que la engendró. Como era posible tanto odio contra su propia hija que jamás le dio motivos para ello.

Y por el bebé que solicitaba a cambio concluyó, que no quería que sea un hijo engendrado por ella porque la consideraba poca cosa, pero uno de Elizabeth sí.

Al día siguiente no pudo salir de la habitación. No era ella la que había cometido tan aborrecible acto, pero sentía vergüenza ajena. Solicitaba le trajeran la comida al cuarto y estuvo días ahí, hundida en sus sentimientos sin poder salir a verle las caras aquellos que destruyeron por completo su vida y su inocencia.

Hasta que el conde entra como siempre sin tocar a su cuarto.

—Hasta cuando piensas esconderte aquí como una rata? —dijo sin misericordia

—Hasta que deje de sentir vergüenza ajena—respondió con un rostro sin expresión

—¡Sal ahora mismo de esta habitación y come con los demás, te lo ordeno! —dijo tratando de intimidarla

—No lo haré —respondió ella impávida

—Que has dicho? ¡Como osas contrariarme! —grito indignado el conde y levanto su bastón como siempre

Pero ella estaba preparada para los golpes, cualquier paliza ahora era poco para todo el daño que le hicieron a su mente y no se inmutó.

Descargó un golpe seco en su espalda que saco un quejido profundo, pero siguió sin moverse.

—Que te levantes te he dicho! — volvió a gritar indignado, pero siguió sin hacerle caso

Esta vez descargó varios golpes en donde ella, solo se resignó a soportar tratando de gritar lo menos posible; para no satisfacer tanto su alegría de causarle dolor y escuchar sus suplicas para que se detuviese.

Esperaba que uno de esos golpes cayera en su cabeza y la durmiera para evitar unos minutos, aunque sea de dolor. Y se cumplió su deseo cuando perdió el conocimiento en medio de la paliza.

Estaba ya inconsciente cuando llega Henry y se asombra al ver el trato que recibía Kate.

—Mi Lord basta, la matará—dijo reteniendo su mano

—Debe aprender a obedecerme en todo, soy su padre! — dijo y sus ojos destellaban furia

—Pero es suficiente con lo que vivió la noche de bodas, debe darle tiempo a recuperarse de la noticia— Henry no entendía el porqué de ese nivel de ensañamiento

Kate fue atendida esta vez por un médico de Henry que le solicitó que guardara la situación en el más absoluto secreto. Solo le dijo que había faltado el respeto al conde y este quedo fuera de sí. Aunque el doctor se escandalizó del nivel de agresividad con que era tratada la joven. Pues tenía huesos rotos.

Tardó varias semanas en siquiera poder moverse sola y era atendida por los sirvientes de Henry, quien cobardemente no se atrevía a visitarla.

De Elizabeth solo se sabía las veces que se acostaba con el marido de su hermana, ya que al parecer a propósito gemía con fuerza para atormentar más a Kate, que escuchaba todo en la habitación continua.

Dado que tanto Henry como Elizabeth eran igual de lujuriosos, todas las noches Kate escuchaba los escándalos hasta que dejó de importarle. Y vio a ambos como enemigos que debía sacar de su corazón al igual que su padre.

Ya había planeado mientras curaba sus heridas escapar en cuanto estuviese lo suficientemente fuerte.

Prefería dormir en la calle y hasta vivir de la prostitución, cualquier cosa era mejor que vivir de esa manera. Pero costaba sanar los huesos y tras esto venían ejercicios para poder ser de nuevo una persona autovalente.

El último trenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora