Mudándome a la casa Black Parte 13

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A primera hora de la mañana del día siguiente, cargué todas mis pocas cosas en un carruaje esta vez para mudarme a la casa Black

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A primera hora de la mañana del día siguiente, cargué todas mis pocas cosas en un carruaje esta vez para mudarme a la casa Black.

Pondría todo de mi parte para poder quedarme. Estaba segura que me llevaría bien con la pequeña y podría ahorrar todas mis monedas ya que no debería pagar por el alquiler y la comida.

Cuando llegué me recibió el ama de llaves y me llevó hasta lo que sería mi habitación.

Era un cuarto pequeño pero acogedor y yo tampoco tenía mucho que guardar.

*En casa de Henry

—Ya hemos buscado por toda la ciudad y no tenemos pista de ella—dijo Henry

—Pero ¿cómo es posible? ¿Dónde más puede estar? Si ni siquiera tenía dinero para irse lejos — dijo indignado el conde y caminaba de un lado al otro tratando de imaginar donde podía estar Kate con tan pocos recursos, era imposible salir de la ciudad con lo puro puesto.

—¿Pero no es acaso eso lo que queríamos, deshacernos de ella? — dijo Elizabeth — que mejor que esta oportunidad para después de fingir buscar unos días declararla muerta

El conde cuyo propósito no era precisamente que desapareciera de su vista, se enfureció. La sola idea de que pudiera estar en compañía o protección de otro hombre, lo sacaba de sus casillas y esta vez descargó su ira de una sola bofetada que le dio con el revés de su mano a Elizabeth. A la vez que le grito sin contemplación.

—Cierra la boca meretriz! Solo sigue abriendo tus piernas a Henry que de tu hermana me ocupo yo — y salían chispas por sus ojos

Elizabeth jamás había probado lo que era sentir un golpe que sacara sangre de su cuerpo y por primera vez sintió en carne propio el tormento que vivió por años su hermana Kate.

Por su parte Henry no hizo el más leve intento de consolar a su amada, de hecho, el encanto de verla la primera vez, como la bella virgen pura y pudorosa se hizo añicos, desde la primera vez que estuvieron juntos. Y ahora ya podía verla tal cual era, solo una mojigata de vientre voraz, pero sin cerebro. Y sin estar casados todavía ya se estaba comenzando a aburrir de ella.

El conde pensaba en poner avisos en la policía, pero ni siquiera contaba con una pintura de ella de la que pudiera valerse.

Su difunta esposa, todos sus otros hijos tenían su propio retrato, pero Kate siempre estuvo en el anonimato. El trato despreciable de sirvienta que no vale ni un dibujo de su rostro, ahora le jugaba a favor.

Entonces el conde volvió a la casa donde estaban antes del matrimonio y revolvía todo lo que había quedado de Kate. Sus vestidos viejos, sus libros de novelas y poemas, y los tocaba y miraba hasta el cansancio sin poder adivinar que rumbo había tomado.

Y entró en tal desesperación que hacía pedazos todo lo que veía y golpeaba la pared a puñetazos. Estaba obsesionado con su propia hija y estaba determinado a pagar lo que fuere por encontrarla de nuevo. Esta vez la encadenaría para que no pudiese volver a escapar.

*En casa del señor Black

Kate se dirigió hasta donde estaba la pequeña Alisa.

—Buenos días niña Alisa— dijo Kate mientras miraba sonriente a la pequeña

—Buenos días señorita Kate, puedo llamarla así? —dijo con vocecita encantadora

—Claro que sí. ¿Qué estás haciendo? —pregunta mientras ve a la niña en su pequeña mesa y silla.

—Estoy dibujando —dijo y le mostraba el papel.

—Qué bonito dibujo y tan lleno de colores. Y veo que tienes muchos libros de cuentos

—Si, pero todavía no se leer. ¿Me puedes leer uno? —dijo con sus ojitos de cachorrito indefenso

—Claro, y después de que lo lea, debes dibujar todo lo que recuerdes del cuento —le dijo Kate mientras la pequeña corría a buscar el libro que tuviera más colores. Según ella, cuanto más color tenía el libro más entretenida debía ser la historia.

—Ah, pero si escogiste la historia de caperucita y el lobo, ¡esta es muy entretenida! —dijo Kate, recordaba cuantas veces la tuvo que leer para todos sus hermanos y le encantaba dramatizar las voces de los personajes y ver en las caritas de los pequeños, ese asombro ante los hechos que ella ya se conocía de memoria.

La pequeña escuchaba atenta la narración de Kate y de a ratos parecía que se le olvidaba hasta respirar de tan concentrada que estaba. Y abría enormes sus ojitos cuando Kate narraba los hechos de más suspenso de la historia.

Y en esos pocos minutos que Kate contaba la historia a la pequeña y terminó, su corazón dio un suspiro de desahogo; mientras miraba como la niña se esmeraba en dibujar todo lo que recordaba de la historia. La veía tan tierna y feliz. Y sus manos se dirigían solas a acariciar su largo y bello pelo, tenía un carácter tan amoroso y calmo que le pareció un pequeño ángel que le daba un poco de luz a su oscura vida.

Luego de que la niña terminó el dibujo le mostro a Kate.

—Pero que buena memoria, has podido recordar casi todo lo que he leído, felicidades niña Alisa —y la pequeña se sentía feliz del cumplido de Kate

Luego su carita se puso más seria.

—Te puedo contar un secreto señorita Kate? — dijo murmurando

—Claro que sí, yo lo guardaré celosamente y nunca, nunca, lo diré a nadie —y le mostró su meñique en señal de que debían cruzarlo para sellar el pacto de silencio y la pequeña lo cruzó con el suyo

—Mi papi se pone de mal humor cuando sale la luna. Tienes que tratar de que no se enoje esos días para que no te tengas que ir. ¿Bueno? —dijo la pequeña con carita de afligida

—Tu papi a despedido a muchas señoritas? —pregunta Kate desconcertada

—Si, yo siempre me porto muy bien, pero como esos días él se pone de mal humor se pelea con todos y ellas se van. Pero yo quiero que te quedes a jugar conmigo— dijo la pequeña

—Te lo prometo niña Alisa, me cuidare esos días de no hacer enojar a tu papi para que podamos estar juntas mucho tiempo. Yo también necesito compañía — dijo Kate

Y le pareció extraño el comentario de la pequeña. Se preguntaba si acaso el señor Black era un viudo neurótico que cada cierto tiempo despedía porque si a la gente.

Esperaba que no, ya que se sentía muy a gusto con la agradable pequeña. Pero por suerte ya estaba entrenada para lidiar con hombres conflictivos. Trataría de tener el menor contacto posible con el señor Black y de esa forma durar más en el trabajo.

Quizás hasta se acostumbre a su presencia por más mañoso que sea y termine por quedarse allí mucho tiempo. Esa era su meta. Ver crecer a la pequeña Alisa y vivir en paz en la medida de lo posible.

El solo hecho de estar lejos de las palizas de su padre el conde ya era todo un privilegio.

Mientras dejo a la pequeña durmiendo su siesta, salió un rato al jardín.

Era un lugar muy hermoso y recordó el último deseo que pidió cuando Nana le llevo el pedazo de pastel y deseo poder salir de la cocina a conocer un poco de mundo.

Se sonrió con nostalgia porque en ese momento jamás pensó que ese pequeño deseo se le cumpliera y ahí estaba. Trabajando en una casa bonita y con una pequeña amorosa como sus hermanos nunca lo fueron con ella.









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