Los planes del Conde Parte 10

1.9K 173 8
                                    

Volví a mi habitación y no pensé que pudiera sentirme peor aún

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Volví a mi habitación y no pensé que pudiera sentirme peor aún.

Se me revuelve el estómago, de solo pensar, que el Conde me viera con otros ojos que no fuera el de un padre. Era verdad que una vez me miró raro en la bañera, pero esto era de no creer.

Prefería un padre despreciador de mujeres, golpeador y que no me quisiera; pero este demente que al parecer tenía planes abominables conmigo era por demás una asquerosa pesadilla.

Me puse ropa más cómoda, y espero el momento en que Henry me hiciera una seña para esconderme; afín de enterarme de los planes que el diabólico padre tenía conmigo.

Henry me llevó rápidamente hasta un compartimiento secreto que estaba tras su librero. Me dijo que debía guardar el mayor de los silencios y que escuchase lo que escuchase me quedara callada. Al rato entre Henry y el Conde.

— Mi Lord, brindemos por el embarazo de Elizabeth, estoy muy contento de haberlo logrado en tan poco tiempo. ¿Qué opina usted?

— me tienes complacido Henry, has cumplido tu palabra a cabalidad, ahora solo esperaremos que nazca el hijo. Tú eres un hombre joven y Elizabeth una joven ardiente lo sé, tendrá muchos hijos más. Y te aseguro que este que me entregas, será criado como un príncipe y por supuesto heredará mi título — dijo el Conde

Entonces Henry le comento de varios planes que tenía para pasarla bien con Elizabeth, entre copa y copa.

Henry era hábil para emborrachar a alguien por lo que percibí. Ya que en toda mi vida nunca había visto al Conde ebrio.

— dígame suegro, hoy he visto a Kate arreglada cómo debe ser para una hija de un Conde. ¿Porque a su edad no le ha buscado un marido de verdad? — pregunta Henry

— es complicado de explicar — dijo el Conde

— vamos estamos en familia, usted ya sabe que yo sé guardar sus secretos, de hecho, estoy participando en uno — insistió Henry riendo

— ese demonio de muchacha me ha hecho imposible verla como una hija. Te lo juro, he intentado durante años. Pero sencillamente no puedo entregarla cómo debería a un hombre para que sea su esposo. Cómo padre debería, pero como hombre no puedo. Está mal lo sé, sé que no dices nada, pero me juzgas. No puedo evitar lo que siento. Y por más que la golpeé, y la obligue a vestir con trapos y la trate como sirvienta, sencillamente no sale de mi cabeza. Entonces me resigné. Ya no tengo ningún hijo más en el castillo que pueda juzgarme, o evitar que satisfaga ese deseo que he ahogado por años — dijo el Conde

— pero acaso no ha intentado casarse de nuevo? — dijo Henry

— aunque lo hiciera, desde que murió su madre he estado con varias mujeres. Pero no puedo sacar ese demonio de mi cabeza, y creo que no saldrá nunca — dijo el Conde

— entonces no solo vuelve con usted para que cría el niño, sino que también deberá cumplir el papel de ser su mujer — dijo Henry concluyendo como si nada

— así es, ya lo he decidido. Me di cuenta el día que estaban ustedes dos en el altar, aun sabiendo que era una boda de mentira, que si alguna vez permitía que ella se fuera con otro hombre mi vida acabaría. — dijo el Conde

— pero ella no tiene derecho elegir acaso? — dijo Henry preguntando con disimulo para no contrariarlo

— sabes perfectamente que jamás me elegiría a mí, y será una larga lucha someterla, más aún de lo que ya lo he hecho. Pero no volveré atrás, en todo caso no soy el único que ha puesto sus ojos y su corazón en quién no debe. Con dinero y títulos nobles se han cubierto grandes cosas, pérfidas cosas. — dijo el Conde

— y si ella a pesar de todo se resiste, lo digo porque para cualquier joven lo que usted planea es abominable — dijo Henry con cautela y tono suave

— solo sé que jamás permitiré que sea de otro, cueste lo que cueste — dijo el Conde

Y al rato cuando ya no podía más de borracho, Henry lo llevó a su cuarto. Y sacó a Kate del escondite. Ambos se miraron sin poder creer la magnitud del monstruo que era el Conde.

— ya sé que estabas mirando el jardín para ver por dónde escapar, te daré todo el dinero que pueda y te desearé lo mejor. También lamentaré el resto de mi vida haber elegido tan mal — dijo Henry

Mientras el Conde dormía completamente borracho en su cuarto. Kate guardó en una pequeña maleta, lo esencial para escapar. Henry le dio el dinero que tenía, y algunas otras cosas de valor pequeñas para poder vender.

Y le acompañó a la salida trasera del gran terreno. Le pasó un caballo, y le indicó la dirección hacia la estación de trenes. Entonces se despidieron.

Kate cabalgó a todo galope para tratar de llegar lo más prontamente posible a la estación de trenes.

Cuando llegó, ya estaba por partir el último, y compró un boleto. El tren ya se estaba poniendo en movimiento, cuando ella alcanzo a subirse. No tenía idea hasta donde llegaba, pero le daba lo mismo, cualquier cosa era mejor que el destino que le esperaba si se quedaba en esa casa.

Llevaba en su corazón la tristeza de que no vería nunca más a su Nana. Si tan solo se atreviese a acercarse nunca más saldría del Castillo. 

Y ahora podía entender en su corazón porque fue tratado tan mal durante tantos años. Su depravado padre había destruido toda su juventud, por sus razones egoístas y ruines.

Premeditadamente le negó todo el derecho que tenía de ser feliz. Y tan solo miraba el paisaje mientras el tren avanzaba con la más profunda de las tristezas.

No sabía que sería de su vida, pero a diferencia de lo que fueron sus hermanas, ya estaba acostumbrada a la miseria y a la escasez y a los trabajos forzados. Podría buscar un trabajo en cualquier cosa.

Para estar más segura de su lejanía de aquel hombre diabólico, luego de que se bajó del primer tren que tomó, compró dos boletos más. Y la distancia que trazó del Conde fueron más de cuatro días de viaje.

Y llegó a una ciudad desconocida, arrendo un cuartito barato y compró el periódico para buscar trabajo.

Pero ignoraba que alguien la seguía desde que abordó el primer tren.

El último trenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora