❝Aunque los años pasen, siempre estaré a tu lado...❞
Jay cree que Jungwon es un ángel debido a una tonta teoría de su amigo Jake.
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Un día Park Jongseon (Jay), un chico de en su momento 15 años, decide pasar...
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¡Mierda!
Es lo único que pudo pensar en cuanto sintió que su mano izquierda se sentía más vacía de lo normal. Su andar tanto como su respiración estaban descontrolados por completo, creía que iba a vomitar en cualquier momento, que el corazón se le salía de la boca y que podía sentirse morir en este instante.
Solo se detuvo unos segundos en frente de una vitrina de una tienda de juguetes para poder comprarle uno a su hermanito Riki, ya que vió un juguete el cual este último quería desde hace ya unos meses.
No podía creer que esto estuviera pasando, no entendía el porque se separó de esta manera tan inesperada, solo podía intentar buscarlo entre tanta gente al rededor ya que eso era lo único que podía hacer.
No sentía sus movimientos, ni su cuerpo. No escuchaba nada más que su corazón y su respiración agitados retumbando fuertemente en sus oídos, tanto que podía lograr aturdirlo.
Sentía que en cualquier momento las lágrimas se aproximaban peligrosamente, no podía verlo, maldición, no lo veía entre tanta gente que cada vez que avanzaba se convertía en una multitud.
Cada niño que veía nunca resultaban ser el pequeño ángel que siempre buscaba y quería de una extraña manera incondicional. Necesitaba verlo ahora mismo, y de tantas cosas que podía toparse, una cara familiar apareció entre la multitud y no, no se trataba del pequeño castaño. Si no de alguien más al cual nunca esperaba ver en esta zona ni en este momento.
No podía creer a quien sus ojos veían. Y menos pudo volver a recapacitar cuando esa persona volteó su cabeza e hizo contacto visual con el castaño.
Sus ojos brillosos lo miraron con ese cierto rencor.
Pero los de Jay aún mantenía su mirada confundida e inexpresiva.
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Jungwon desesperadamente buscaba por cada esquina del cine por aquella cara reconocida que deseaba por ver nuevamente. No podía creer que fue tan tonto como para soltarse de su mano y venir a este lugar que solo lo hipnotizó su delicioso aroma y su inevitable anuncio.
Escuchaba todo y nada en este momento, sentía que todo se iba a ir de cabeza. Las personas hablaban, los niños gritaban, las palomitas se cocinaban y estallaban dentro de una olla de metal la cual no paraba en ningún segundo. Tenía miedo... mucho miedo.
Quería salir pero no encontraba la salida, había mucha gente y mucho ruido. Al principio no notaba esto, no entendía, el ruido era el mismo de antes pero esta vez por alguna extraña razón se volvió más fuerte.
Quería correr a la salida y buscar a su mayor, a aquella persona con la cual se sentía segura a su lado. Necesitaba tenerla junto a él en este momento, estaba perdido. No sabía a dónde ir para poder encontrarlo, no sabía que hacer, esta era la primera vez que algo así le ocurre.
Quería llorar. Quería a su madre con él, quería a Jay y su hogar. No quería seguir de esta manera, no tuvo otra opción que dejar su cuerpo deslizarse por una pared del lugar en cuanto encontró una y hacerce bolita en el suelo.
Sus ojos dolían al igual que su garganta, tantas cosas se pusieron confusas en ese momento. Quería irse y no sabía cómo, quería a Jay y no sabía cómo encontrarlo, quería abrazarlo con todas sus fuerzas y no sabía porqué. Una ligera lágrima se deslizó por su mejilla.
En ese momento algo se puso más tenso que antes, una extraña sensación se paró en frente de él. Sentía la pesada vibra mirándolo fijamente desde un lugar más alto, alzó su mirada solo por instinto y se topó con la persona que menos esperaba ver en un lugar como este.
Ahora sí que se encontraba en serios problemas.
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Tragó grueso cuando la vió fijamente a aquellos engañosos ojos llenos de amargura e irritación. No esperaba encontrársela por aquí, aunque como no, esta es una plaza muy conocida por la ciudad.
No quería acercarse para nada a esa mentirosa que envenenaba a sus víctimas con tan solo sus engañosas palabras. Era jugar con fuego, nadie logró zafarse de los encantos y filtros de esta chica.
El diablo disfrazado en una bella mujer de diecinueve años, Hwang Yeji. Una rompecorazones que unas de sus primeras víctimas fue un joven de, en sus momentos, catorce años de edad. Perfección envidiable por fuera, todo el mundo se junta con ella, tiene a todo el instituto comiendo de la palma de su mano, todos la siguen y nadie la desobedece. Una típica tirana popular.
Todos amaban su presencia en cualquier lugar y lo que sea que se ponía le quedaba bien. Superaba la belleza del resto de las chicas en su escuela, y también la mayor parte de las que habían en la plaza. Todos la querían por su personalidad y apariencia.
Todos a excepción de Jay, quien en lugar de mirarla con admiración y con corazones en los ojos como la mayoría de los hombres. Solo podía enviarle una mirada de asco.
La mayor no podía creer lo que sus ojos veían, no podía ni creer lo que estaba pasando. Aquel chico de cabellera castaña, sus hebras se movían al ritmo del viento, y ojos profundos hipnotizantes estaba mirándola.
Nunca iba a olvidar lo que él le había hecho pasar hace ya un año, dolor y pena. No iba a quedarse ahí mirándolo con resentimiento como un perro callejero, estaba decidida en ir a enfrentarlo en frente de la multitud. Tal cual como él había hecho ese día.
Su vista se nublo por unos segundos y ya el chico había desaparecido.
ㅡ¿Jay?...
El chico antes mencionado ya estaba huyendo a cualquier lugar para escapar de esta situación la cual, no iba a ignorar, era completamente vergonzosa y repugnante. No quería seguir viendo esa cara mentirosa la cual jugó sucio en el pasado.
Solo tenía un objetivo en este momento, y era uno muy centrado en este momento: Jungwon.
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