ENAMORADA DE UN SHINIGAMI.

Día 30. El día final (Capitulo final).

_ No es cierto... No lo es... no Sho. —Repetía en voz baja.

Todo su cuerpo se encontraba en posición fetal mientras las palabras de su supuesta madre se abrían camino en su mente. Además Sho jamás negó nada ¿Cómo pudo ella enamorarse del hombre que le arrebato a su amado amigo Eita? Eita la persona que más quiso en la vida, él fue su salvavidas en los momentos más difíciles, la consolaba cada vez que su horrible madrastra le hacía algo.

 El ruido de la puerta la hizo incorporarse.

_ Querida te traje algo de comer. —Pero Azura negó con un movimiento de cabeza. —Azura debes comer, llevas toda la mañana tirada en esa cama sin probar bocado. No te tortures más con eso. Ese chico lo único que a echo es causarte más dolor.

Azura no podía creer lo que su madre le estaba diciendo; en vez de animarla lo que hacía era deprimirla más, sin decir nada se recostó de nuevo y pasó la cobija por encima de su cuerpo.

_ Sal déjame sola. Aun no confió que de verdad seas mi madre.

¿Cómo se atrevía a pedirle que olvidase a Sho? Eso no era así de fácil. Necesitaba hablar con Aya, ella siempre tenía una solución para todo, pero recordó que el celular lo había dejado en la habitación. Así que salió de la cama y abrió la puerta. Un largo pasillo oscuro la esperaba, Azura tomó oxígeno y comenzó a andar, después de uno minutos un iluminado salón le daba la bienvenida.

Miró a los lados y lo que veía era un salón repleto de extravagantes objetos, algunas sillas de hierro, un par de mesillas de cristal y diferentes cuadros de mujeres desnudas reposaban en las viejas paredes de color ocre. Los ventanales estaban cubiertos por gruesas cortinas negras.

_ Qué lugar tan extraño. —susurro para ella. —Ese sonido ¿De dónde proviene? —dijo confundida.

Hasta que sus ojos se posaron en un angosto pasillo, sin demora entró y caminó, sus pies se detuvieron unos metros de la entrada; una puerta de madera estaba entreabierta... ¿Pero que estaba viendo sus ojos?

La mujer que se hacía llamar su madre estaba besándose con un hombre desconocido. ¿Ella siempre mintió sobre el amor que sentía por su padre?

_ ¿Qué haces? —preguntó indignada.

_ ¡Hija! —dijo la mujer sorprendida.

Pero una voz la hizo estremecerse de miedo.

_ Bienvenida, mi querida Azura. —Los ojos de la chica casi se salen de sus orbitas al ver a ese hombre con su madre.

_ Xón... ¿Qué haces aquí? —articuló nerviosa la chica.

Xón apartó a la mujer de sus piernas y llego hasta Azura. Ella podía sentir el horror recorrer su cuerpo haciendo que sus extremidades perdieran la movilidad.

_ Fue tan fácil traer a tu madre de regreso, pero esta vez ella está de mi lado. Y tú ahora eres mía. —dijo acariciando el rostro de Azura.