Epílogo.

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Capítulo. I. 

Ya había pasado un mes desde que fueron a ese lugar; Azura dejó escapar un largo suspiro, mientras veía a su pequeña jugar en el jardín, no había nada que la hiciera más feliz que ver a su hija crecer. El teléfono sonaba insistente.

_ ¿Diga? –dijo la chica.

_ ¡Hija! Soy feliz de escucharte. Hoy en la tarde tengo un tiempo libre me gustaría que tú y mi nieta venga quiero que veas algo. –ella suspiro.

_ Me parece bien. ¿A las dos puedes?

_ ¡Genial! –un silencio se formó entre los dos hasta que su padre decidió hablar. –me alegra tenerla a ambas, son mi vida.... Es una lástima lo que le pasó a ese chico.

Un silencio aún más incómodo se hizo. Azura sintió como su corazón se oprimía, nadie más que ella sabía lo difícil y doloroso es vivir sin Sho... ella fue la única responsable de su muerte, ella... su egoísmo, su dolor por saber todo aquello que ahora le restaba importancia, pero aun así todo su mundo se llenó de luz al saber que tendría un pedacito de Sho con ella, para siempre... su pequeña Sora.

Después de platicar de cosas triviales se despidió de su padre, Azura alzó la mirada para ver a su pequeña niña corretear por todo el jardín, su nueva casa era más grande y espaciosa en especial el gran jardín que ella misma se encargó de que luciera hermosos para su nena, la niña de sus ojos, lo que más amaba en la vida.

De un momento a otro Sora se perdió de su vista la busco, pero no dio con ella, así que salió a buscarla, su vida se acabaría el día que le pasara algo malo a su bebé. Después de unos minutos Azura da con la pequeña sus ojos miran a lo lejos, mirando la calle con su mano extendida.

_ Pequeña que te he dicho de estar afuera es peligroso. –dijo seria mientras calmaba sus nervios.

Sora le dedicó una sonrisa sincera, la cual le derritió el corazón a su madre.

_ Una persona estaba perdida y la ayudé a encontrar su casa. –dijo con aquella vocecita que su madre no podía negarse a perdonarla.

_ Bien si era para ayudar no te diré nada, pero la próxima avísame ¿Está bien? –la niña movió la cabeza en forma de respuesta.

_ Mamita ¿Sabes algo? –Azura la miró extrañada. –papá volverá con nosotras.

Azura se quedó helada al escuchar tales palabras, pero no dijo nada, tal vez su hija aún estaba muy pequeña para entender la muerte, sólo se limitó a sonreírle. Ella no quería romper su delicada alegría. Sora volvió a girar la mirada a la verja con una cálida sonrisa.

_ Es hora del baño. – la niña arrugo la nariz. –hoy veremos al abuelo. –Sora abrió los ojos gustosa de ver a su querido abuelito.

_ ¡Sí! –dijo levantando sus brazos.

Las se dieron un baño juntas, ese momento lo disfrutaban como nunca. Azura la vistió con un lindo vestido azul oscuro y su lindo cabello negro lo llevaba suelto, mientras que sus lindos ojos dorados brillaban por la emoción. Azura entró al gigantesco edificio lujoso; su padre la esperaba en una de las mesas de uno de los restaurantes del lugar. La pequeña al verlo corrió a sus brazos.

Sus grandes ojos parecidos a los de su madre miraban a su abuelo con entusiasmo, Azura tomó asiento mientras Sora sacaba sus creyones y su cuaderno de dibujo. El hombre mayor miró serio a su hija.

_ Mi niña, yo sé que no debí hacer esto, pero es lo mejor. –hizo una pausa y sujetó la mano de Azura. –yo cité a uno de los hijos de mi socio. –Azura no dejó que su padre terminara con aquellas absurdas palabras.

ENAMORADA DE UN SHINIGAMI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora