𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟪

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Los jardines eran amplios y el bosque en el sur se encontraba libre para escapar del presente, sin embargo, mi deseo era ir más allá. Miré la gran puerta de servicio abierta que daba hacia la parte trasera del palacio. Algunos se movían ante tal rapidez del jinete cuando en medio del cruce se interpuso Ana, haciendo que mi corcel la esquivara, obteniendo como resultado, que el corcel cambiara de rumbo y saliera a las afueras del palacio.

Me consideraba un muy buen jinete, sin embargo, la velocidad comenzó a atemorizarme, ya que nos dirigiamos hacia una colina rocosa. Incité para que se detuviera, pero había perdido su manejo total.

Tras ver el final del camino cerrarse, una mano sostuvo las riendas, lográndolo detener con delicadeza al animal, emitiendo sonidos para tranquilizarlo.

—Tienes alguna idea de la hermosa criatura que estas montando.

—Sí, ahora lo sé —regresé jadiante con temor hacia mi acompañante.

Fue de ese modo como descendió de un pinto corcel, una chica un par de ciclos mayores que yo. Su estilo era muy salvaje para mi gusto con aquel pantalon café acorde a su casaca y camisa blanca, pesé que eso no evitó que su delineado rostro decayera, pues su blanca piel y azules ojos resaltaban a la vista. No eran tan destellantes como los míos, pero de igual manera eran intensos, así como que su cabello se asemejaba al mío, aunque el suyo era menos dorado y lacio amarrado en una coleta alta.

—No deberías montar bestias como estas si no sabes controlarlas, niña.

—Y tú ¿dónde conseguiste el tuyo? —ataqué ante la risa que le provocaba el no haber podido manejar un corcel.

—De una colina en Lorde. Era indómita antes de que le encontrara bueno, aún es muy rejega, de hecho. Lindo vestido, por cierto —ahora fue su turno de contraponerse—. No eres de aquí ¿cierto? Si no fuera por tu mirada hubiera creído que eras un fuerte.

—Amm... no. Y-yo soy... una doncella.

No sé si me creyó, siendo que Ana nunca había usado un vestido semejante al mío por más laborioso que fuera.

—Considerando que el palacio no está muy lejos de aquí, supongo que es cierto ¿Trabajas para la princesa? ¿Cómo es ella?

—Ella es... —sopese un segundo mis actos, y del porque me encontraba huyendo—. Una imbécil —terminé por decir.

—¿De verdad? —espetó, acariciando el hocico de su corcel—. Vaya, no creí que lo fuera. Imaginé que ella sería... distinta.

—¿Distinta? ¿Cómo?

—Pues cualquier fuerte que sea capaz de salvar a un real merece un poco de respeto ¿no lo crees? —comentó mientras subía de nuevo a su corcel, otorgándome las riendas del mío—. Aunque si dices que es una imbécil, no creo que vaya a ser algún día nuestra reina.

—¿Por qué lo crees?

—Piénsalo, a ningún fuerte le gusta que una mujer los mande. Sobre todo si ella es "débil" —me escudriño con la mirada, haciéndome creer que ya sabía quién era yo—. Pero escuché que es capaz de lanzar un cuchillo a dos metros de distancia y acertar perfectamente. Quizá debería intentar lanzarles unos a los que ella llama aliados —sonrió para sí misma imaginando tal escena. Su mirada se posó en el horizonte, mientras yo asimilaba el hecho de cómo era que sabía de aquel evento en Marina—. Cuídalo. Es un hermoso ejemplar.

—Lo sé, era de mi hermano —respondí tan pronto como callé, tras darme cuenta que había cometido un error.

—Absurdo, una doncella jamás tendría un corcel, pero una princesa sí —me exclamó antes de irse.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora