𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟨

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—¿Crees que fui muy dura con ellos? —le pregunté a Renata una vez que la sesión terminó y tan solo ella y yo residimos en el salón.

—Para serle sincera, pienso que la mayoría lo requería.

—Tal vez también lo fui contigo. Es solo que deseaba que toda la atención y odio se centraran en mí. No me hubiera gustado que te tratarán mal por la noticia que implementé.

—Es usted tan amable, reina Ofelia.

—No, no lo soy.

Y en realidad no lo era. La razón por la que la había asignado el nuevo puesto dentro del menester era porque necesitaba el registro que ella había creado. La utilicé, así como la mayoría de gente que me rodeaba.

—Entonces, este sistema muestra a todos los habitantes de Victoria.

Renata se encontraba mostrándome el sistema de registro que fabricó.

—Sí. Gracias a esta implementación será diez veces más sencillo obtener la identificación en toda la nación en lo que confiere a la nueva ley.

—¿Y todos los seguidores... están aquí? —ella asintió—. ¿Entonces, si requiriéramos indagar acerca de alguien en específico simplemente ingresamos su nombre?

—Si, podríamos buscarlo por poblado gobierno o nación entera, aunque eso ultimo llevaría bastante tiempo, ya que existirían demasiadas coincidencias.

—No importa. Me gustaría ver su funcionamiento. Digamos que queremos encontrar a alguien nacido en Lorde con el nombre de... no sé... Ichigo por ejemplo ¿podríamos? —lo exclamé de forma tal casual que ella no sospechó mi intención e ingresó los datos en la maquina.

—Ichigo no es un nombre muy común. Quizá y encontremos a menos de mil.

Eso era para mí una cantidad extenuante por examinar, pero por fortuna, emergieron 778 con las especificaciones ingresadas gracias a lo revelado por Faustino y a que Renata creyó que lo inventé. Imprimirlos fue sencillo, puesto que envié a Renata en busca de mi consejero, siendo que debía manifestar ciertas cosas con él y los documentos, ya eran míos.

—Necesitaba de mí, Su Majestad.

—Así es consejero Bardos —incité a que tomara asiento—. Usted ha estado aquí desde que mi abuelo Dafniel reinó ¿cierto?

—Así es.

—Que sabe de los seguidores que son subastados y vendidos en Victoria —mi pregunta le tensó. Ese era un asunto que debía arreglar.

—Bueno, era algo común y legal hace décadas en el reinado de su abuelo. Su padre abolió la ley junto con la ayuda del gobernador Mendeval quién detuvo aquellos actos en este gobierno en donde se llevaban a cabo —aquello hizo que mi padre se ganara de alguna manera el cariño de la población—. Y se ha mantenido la ley desde entonces, aunque...

—Eso no evita que sigan sucediendo —terminé por él y él afirmo.

Me llegó a comentar que el último establecimiento clandestino encontrado fue en Palma hace cuatro ciclos y que los detenidos no habían sido condenados. Todos los fuertes involucrados habían sido liberados por el gobernador Wendigo tiempo después, siendo que la mayoría eran poseedores de las minas y les era más rentable usar esclavos que trabajadores, por lo que la probabilidad de que aquellos actos continuaran eran altos y más con aquellos últimos meses caóticos. Miles de adultos y niños eran vendidos en todo Victoria y nadie hacia nada al respecto.

Fue por esa razón que ordené que fuéramos a Palma ya dentro del jet. Radicaban ciertas cosas por ejecutarse después de lo escuchado por el consejero Bardos. Durante el vuelo, examiné cada uno de los archivos robados y tras sondearlos averigüe que únicamente 383 eran los posibles Ichigos nacidos con aquellas características que Faustino amablemente me proveo durante el viaje en el túnel para ir a su guarida.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora