𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟦𝟫

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Sus ojos se cierran y con él, sus deseos viles y ruines de tener a esta nación. Más rebeldes deben de estar comenzando a adentrarse al palacio ante el escuche del sometimiento de lo que deben ser los guardias de René al mismo tiempo que Ichigo dirige sus pasos hacia Rolan para desatar su mordaza.

—Bienvenido amigo mío. Lamento la tardanza, pero el fuego... nos retrasó —le comenta el rebelde a Ron, mientras lo deslinda de aquella venda posada en sus ojos.

Conoce a la perfección su nombre, pues al parecer tal como esperaba, ambos se conocen. No me sorprende, sin embargo, mi mirada se dispara a ellos, aunque es Diego quién captura repentinamente mi completa atención, siendo que comienza a acercarse a mí.

—Sé qué tiempo atrás dije que esto no era personal, pero adivina... mentí.

Mi mente se remonta en un segundo a aquella promesa de que si le volvía a ver sería tan solo para matarle, por lo que me es inevitable el no abalanzarme a él con la restante energía que todavía me queda embistiéndolo. Ambos caemos a los azulejos y aunque no es suficiente para dañarlo, sus bastones que le mantienen en pie se despojan de sus manos, aunque Diego es veloz y sus manos toman mi muñeca girándola a mi espalda de tal forma que siento que se romperá de no ser que con avidez, un par de rebeldes nos alejan.

Molesto de que le tengan que ayudar para ponerse de pie debido a aquella fragilidad que sus piernas muestran, me toma de la mandíbula hincado al mismo nivel que yo notando que a diferencia de él, mi rostro si que debe reflejar mi odio creciente hacia su persona, pues no tengo otra manera de demostrarlo más que escupiéndole en el rostro, aunque este es distinto a todos los anteriores posibles, porque el cubre su rostro es rojizo.

Aquello lo altera y me suelta de inmediato para poder limpiarse en cuanto uno de los rebeldes lo levanta y se da cuenta de mi agresión. En lo que refiere a mí, me conservo en el suelo con una emergente tos vertiginosa. Más sangre brota de mi boca sin poder evitarlo. El virus avanza con mayor prontitud de lo que pude anticipar.

Cada parte de mi cuerpo yace infectado y drenando tanta sangre dentro de él que ya no es posible contenerse en mi interior. Sé que está llegando a su etapa final. Debería estar asustada, pero a cambio me siento aliviada, pues de alguna forma no tendré que permanecer mucho tiempo con esta población sublevada.

Para esta instancia Rolan ya está libre de ataduras y corre hacia mí.

—¡Que le has hecho! —reclama a Diego, pero aquel no le contesta—. Tú -emite Rolan reconociéndolo en el ataque de Hidal. Una breve sensación de que a él no lo conocía por su reacción me invade—. ¡Que le has hecho! —repite encolerizado destinando mis risos arriba para poder capturar mi rostro junto con la sangre que no paro de escupir al suelo.

—Nada —le respondo con lentitud—. Ellos no me han hecho nada —levanto mi rostro observando a Ichigo a un lado de Diego contemplándome—. Al menos no directamente —continúo queriéndome levantar, pero no puedo. Rolan pretende ayudarme, sin embargo, lo que gana es un manotazo por mi parte—. ¡No me toques! —le digo con repudio, al tiempo que llevo mi mano a mi boca limpiándola.

—Vaya, me parece que nuestra joven soberana está furiosa —explaya Ichigo burlándose, provocando que Rolan se reincorpore para enfrentarlo.

—Esto es tú culpa. Tú me dijiste...

Rolan es interrumpido por la mano de Ichigo.

—Basta, no hablaremos de esto. No aquí ni con ella presente —su mano me señala.

—Descuiden, yo me iré muy pronto de aquí con muchos de ustedes incluyéndote a ti.

—¿Se irá? —sonríe—. Dudo que pueda escapar de nuestras garras, Su Majestad.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora