𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟦𝟥

101 36 139
                                    

—Mi reina —escuché la preocupada voz del coronel Irruso una vez que le encontré subir las grandes escaleras de las puertas del palacio tirando órdenes a los pocos soldados que habitaban en el recinto para mantenerlo cerrado—. ¿Se encuentra... bien? —miró las partes de mi cuerpo vendadas.

—Tanto como puedo, sí. ¿Sabe algo acerca de paradero Rolan Llanos?

Pudiera que mi pregunta le sorprendiera con respecto a las evidentes prioridades que dominaba el palacio, pero más que nunca debía encontrarlo.

—Sí, me parece que escuché mencionar que uno de los hombres de su guardia personal entró al palacio hace poco. Por la descripción, se trata de su prometido —una punzada a lo último espetado por él hormigueó mis pensamientos. Sí a él le incomodaba aquel título en Ron, no lo demostró.

—Bien, lo buscaré.

—No Majestad, espere —su mano sujetó mi muñeca por un segundo para impedir que me fuera—. Algo no está bien aquí. Debemos traer más guardias al palacio. Existen múltiples disturbios fuera de los muros y muchos de los enviados a reconocimiento no han regresado ni dado su ubicación.

—No, ellos deben permanecer afuera, protegiendo a los ciudadanos.

—Solo observe mi reina.

Su brazo se estiró hacia las grandes puertas abiertas donde visualicé humo y llamaradas que se movían a lo lejos bajo el nocturno cielo de una oscura y temida noche. Tenía razón el coronel en todo lo exclamado. Algo no andaba bien, el desastre, la enfermedad, mi hermano vivo. En definitiva, tuve la certeza de que aquel día era el día.

—Los soldados de allá fuera no están conteniendo en absoluto nada —prosiguió—. Hacen lo mejor que pueden se lo aseguro, pero lo que sea que se haya desatado este día, es más rápido y mortal que nosotros. Los elementos enviados a Concorda junto con el teniente Yraco tampoco han vuelto. Hace horas se encontró a un guardia maniatado en los establos y se ha filtrado información sobre usted nada buena. Pronto, el consejero Farfán junto con sus guardias arribaran con noticias que dudo que sean prometedoras. Mi reina... ¿qué es lo que haremos?

—Yo...

"No lo sé"

De verdad que no existió respuesta alguna que pudiera calmar la tribulación en la que nos conservábamos, por lo que solo me restó acercarme al ventanal más próximo y observar el panorama de una nación consumida en sus errores.

—Coronel —mi voz titiló en su llamado—. ¿Cree que podamos salvar a Xelu?

Mi voz titiló en aquella cuestión.

—Hay que contener lo más que se pueda este contagio, Majestad. Lorde y Teya ya han sido informados ante su anuncio para evitar expandirlo y han optado por cerrar sus fronteras para evitar cualquier invasión posible

—No podemos permitir que ellos logren lo que quieren, coronel —exclamé retóricamente al tiempo que me giraba para mirarlo y cortar sus palabras.

—¿Ellos? ¿Quiénes son ellos Majestad?

—Los rebeldes —contesté—. Los seguidores que fueron contratados por los fuertes para quedarse con Victoria. De ellos hablo, Eren.

—No entiendo.

Fue entonces que llevé mis manos a la casaca del coronel.

—Prométame que si yo muero usted cuidará de Ben. Lo guiará y seguirá a dónde sea que vaya. Por favor, prométalo.

—Pero Majestad... porqué usted moriría —Eren me observó con preocupación ya fuera por no comprender del porqué mencionaba un hermano que él suponía muerto o por mi presente paranoia hacia los rebeldes.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora