𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟪

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Encontré que si dormía lo suficientemente cansada por mis deberes mis pesadillas no me asaltarían a media noche o por lo menos no serían tan intensas ni aterradoras como solían serlo.

El jet que traería de vuelta a Ron arribaría en minutos decidiendo por no darle la bienvenida al hangar, ya que no encontré el cómo mirarle a los ojos. No sabiendo que mi boca le ha faltado, provocando que conservara mí presencia dentro del palacio con la culpa colándose de no ser que me topé con Agustín.

—Espera —le llamé—. Con respecto a lo que viste ayer yo...

—Majestad yo siempre estaré con usted —me sonrió un tanto manteniendo su distancia con la vista baja—. Piense que a quien le debe una explicación es a su corazón.

—Por supuesto —contesté colocando una mano en su hombro tras comprender que él no revelaría nada—. Gracias.

—Con usted hasta el final, mi reina. Mi vida y lealtad a la princesa que salvó mi vida un día —sin más que decir, se marchó con una reverencia.

Y es que al igual que él, yo también extrañaba a esa chica que solía ser, pero ella se rompió. La rompí, escondí y remplacé por una reina para que nadie notara mi destrozo. Con vista a través de los ventanales encontré a las afueras a Ron, Irruso y Damián quien les esperaba. No quería ver a ninguno de los dos, por lo que simplemente me giré apartándome de la escena regresándole de nuevo el mando a mi mente para que volviera a controlar mi corazón en el mismo instante que recordé que en sus días de ausencia visité a Minerva Yutantaguen. La mujer de la que Palomino me aseguró tiempo atrás que conocía los atroces hechos hacia los fuertes como yo y sus hijos y para mi sorpresa ella ya esperaba mi visita.

—Hasta que al fin me enfrento a una mujer. Creí que la crueldad solo radicaba en los hombres, pero me equivoque.

Comencé a exclamarle, pues hasta dónde llegué a enterarme, ella junto con otros dos fuertes descubrieron la anomalía que poseo hacía más 30 ciclos cuando entraron a una base de datos sanguíneos en donde varios seguidores mostraron un gen similar al de los fuertes, lo que implicaba descendencia mezclada de fuertes y seguidores. Al conocerlo informó a un superior y entonces comenzaron con la cacería. Ella redactó que los hijos de ellos carecían ya del gen fuerte, por lo que los dejaron vivir en secreto solo para ser vendidos en las subastas.

—Hice lo que debía hacer, Majestad. Lo que me pidieron que hiciera —justificó—. Antes que científica soy una súbdita.

—Dígase eso hasta que consiga convencerse de ello.

—Su abuelo me dijo que logré detener una evolución ineficiente —me insistió observando como abandonaba el asiento de su mansión en Palma ganada con sangre.

—Jamás se puede detener a la naturaleza Minerva. Tan solo míreme —le ofrecí la espalda y dejé que mis soldados le detuvieran.

Finalmente, la tarde posterior al arribe de Rolan me terminé por encontrar dentro de mi privado móvil observando el anillo puesto en mi dedo anular. El objeto no era nada ostentoso. Al menos no comparado con el enorme anillo real de monarca que me colocaba cuando iba a Lorde como signo de poder, aunque a diferencia de aquel artículo ese poseía un significado mucho más importante para mí. Poseía tan solo una gota de cristal rojo, aunque su osamenta era exquisita, ya que mi prometido se esforzó en obsequiarme un digno anillo de promesa matrimonial.

Recordé el rubor de sus mejillas cuando me lo ofreció con algo de vergüenza tras ofrecerme algo tan ordinario comentó él al tiempo que le callé estirando mi mano para que lo instalara en mi anular. Y bueno, pudiera que no luciera precisamente como uno de matrimonio, pero existía un por qué él elegió que luciera de tal modo y es que fue debido a aquel día que Rolan y yo entablamos nuestra primera plática de hecho.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora