𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟧

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Mi itinerario era rutinario: despertar, desayunar, clases con Magnolia, almorzar, clases con el señor Constantino, la cena e ir a dormir. Y todo ello con mis dos guardias reales siguiendo mis pasos.

Rolan era cambiado constantemente dentro y fuera del palacio, así como de sus poblados a los alrededores de La Capital. No tuve la oportunidad de volver a verlo desde aquel día del funeral, considerando que apenas y fui capaz de cruzar los corredores fuera de mi alcoba, aunque aquel día supe que regresaría, ya que los reales se reportan al palacio cada mes.

Como cada mañana, mi doncella seguidora se internó en mi alcoba y colocó el vestido gris que supuso que me pondría, sin embargo, ese día sería distinto.

—Lleva de vuelta al armario aquel vestido, Ana —ella me observó con premura confusión cuál si un error hubiera cometido—. Y dame el lila vaporoso, quieres —agregué con suave voz, causando que ella sonriera con ligereza.

Habitualmente en nuestras cotidianas vidas entablar alguna pláticas entre ambas sería un acto inusual e impropio, por lo que cordialidad era lo único existente en ambas.

Para cuando el desayuno terminó, me paseaba del brazo de Magnolia que en ese instante se comportaba mucho más condescendiente conmigo, pues me ayudaba a repasar los libros leídos por las lecciones que me impartía, ya que debía instruirme no para ser una princesa sino una reina.

—Los extraño tanto, sabes. Como nunca lo hubiera pensado —le espeté y Magnolia me envolvió en un abrazo consolador pues, aunque durante ciclos mis hermanos vivían alejados de este sitio, el saber que se reunirían conmigo en sus descansos lo cambiaba todo.

Nuestro paseo fue interrumpido, ya que nos dirigimos al gran salón de visitas  puesto que mi presencia se requirió debido a la solicitud de un coronel de alto rango. Lo supe de inmediato por las tantas medallas en su elegante uniforme en tono negro, del mismo modo que logré identificarlo, siendo que le recordé de aquel terrible día. Su nombre: Roberto Marven Asen, el cuñado de René Farfán, gobernante de Teya.

—Buenos días, princesa Tamos.

—Buenos días, coronel Marven. Es un placer recibir su visita —mentí.

—Su padre me envió a usted.

—¿Mi padre?

"Creí que me había olvido en la penumbra de su botella"

—Su Majestad me encomendó su resguardo. Sé que tiene a su servicio escolta azul, pero requiere de alguien que la resguarde realmente, alguien fuerte.

—¿Y usted lo hará? —la duda menguó, causando que mi ceja se levantara, ya que debía ser mayor que mi padre.

—No, Su Alteza. Es por ese motivo que espero me permita presentarle a mi hijo: el teniente Damián Marven Farfán. Él la resguardará —es entonces que presté atención al joven que se nos acercaba realizando una leve reverencia.

—Será un honor servirle, princesa Tamos.

—El honor será todo mío, señor Marven.

—Excelente —aplaudió el coronel—. Mi hijo hará un recorrido de la zona y mañana por la mañana se encontrará en su totalidad a su servicio —sonreí con cortesía, pese que en lo único en lo que mi mente abordó fue un pensamiento agotador que correspondía a tener más guardias vigilando mis pasos.

Para cuando volví a ver a aquel joven (siendo que podía sentir su profunda mirada observándome) le presté la suficiente atención para recordarle. No por nada, se me hizo conocido tras verlo, pues él fue el muchacho que sujetó mi brazo cuando la noticia del jet donde venía mi familia llegó a mis oídos.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora