𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟦𝟢

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Me levanté este día creyendo que hoy sería un bueno. Ninguna pesadilla durante el transcurso de la noche deambuló por los recovecos de mi culposa memoria lo que supongo que me hizo pensar aquello.

He de pensar que tan solo me queda sonreír con amargura, pues claramente me equivoque ya que estar reclusa en mi propio palacio asegura lo contrario ¿no?

La mañana de este día me destiné a Santiago. El viaje era largo (casi cuatro horas y media) por que ir en jet era lo prudente. La última vez que mi destino fue aquel me encontraba dentro de Él Celeste con mi madre y hermanos dentro.

Me dirigí a las oficinas administrativas de la guardia negra acompañada de Damián junto con mi séquito de seguridad en dirección al comandante de alto rango encargado del armamento en esta nación con un único objetivo.

—Dónde están las armas —hablé sin rodeos, mientras él fingió no saber a lo que me refería—. Estoy segura que yace al tanto de lo que dicen acercan de mí, comandante. No es su deseo convertirse en mi enemigo o ¿sí? —la maldad de mi voz hizo que el fuerte levantara la ceja temiendo por las represarías para de esa forma, ofrecerme justo lo que pedí.

—Todo el armamento explosivo es resguardo aquí en Santiago, pero las armas, los revólveres fueron resguardados en Teya desde hace nueve generaciones atrás.

Tras salir de su oficina, una sonrisa se formó en mis labios, ya que en esa ocasión no llevaba a mi lado a Ron. Habría sido muy sospechoso que siempre debiera llevarlo cuando de interrogar se hablara, aunque he de admitir que a diferencia de los seguidores, los fuertes sí que sabían temerme, siendo que mis actos y no palabras provocaron que me dijera la verdad.

Poder. Pasé tanto tiempo peleado con él al creerlo ruin y cegador y sin embargo, gocé el tenerlo por un instante comprendiendo del porque los fuertes hacían todo, absolutamente todo por atesorarlo y obtenerlo.

Al salir de la comandancia, contemplé a Damián hablando con Alexia. Algo dentro de mis entrañas se produjo y no es que hayan sido celos sino más bien que comprendí que pudieron que aquel par fueran pocos expresivos, de pocas palabras y brutalmente sinceros, pero protegían a Victoria y a su reina como pocos. Ellos no me otorgaban dulces palabras ni continúas reverencias, sin embargo, en Hidal ambos me protegieron y resguardaron durante la explosión en Hidal y pese que en un pasado aquello no hubiera sido una posibilidad en mi mente, Alexia Borja fue la primera anteponer su vida.

Y quizá sí. Tal vez fueron criados para obedecer, pero eso no evitaba que ellos no dudaran en colocarse frente a mí si con eso mi vida se conservaba, por que hice lo que debía. Agradecer. Le agradecí a Alexia por haberme protegido aquel día, decirle lo buena que era y aunque ella solo levantó su ceja como signo de asentamiento, regodeándose del momento. Una parte me dijo que aceptaba la verdad en mis palabras.

De algún modo debía componer las cosas y personas heridas a través de mi frágil resentimiento y empezar por ella parecía ser un avance considerado. Debía comenzar a salvarme para salvar a los demás si es que deseaba no volver a caer de nuevo en la oscuridad.

Volvimos al palacio horas pasadas de la tarde encontrándonos con un gran problema. Un preso rebelde había sido capturado deambulando en el poblado fuerte de Valencia en La Capital después de que un guardia le reconoció del pasado ataque en Concorda dónde un hombre de la guardia negra murió.

Mi corazón palpitó al ritmo que mi respiración se agudizó, pues sí ese guardia le conocía de aquel evento entonces yo también lo hacía. Damián de inmediato se ofreció a acompañarme, pero negué. Había algo importante que hacer contemplando que necesitaba todas esas armas dentro del palacio resguardadas y para eso, necesitaba que él se encargara personalmente de ello. Confiaba en él y solo en él para que hoy mismo estuvieran aquí ofreciendo todas las aeronaves para conseguirlo. El no dudó y asintió dirigiéndose a su oficina y hangar con todos los guardias que pudiera llevar a bordo.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora