𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟪

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Los días transcurrieron y mientras practicaba el discurso que daría ante los señores de la sesión de la junta mensual, otorgaba un golpe y esquivo al saco de combate y a pesar que toda línea estaba aprendida obviamente por mi buena retención, lo cierto era, que no deseaba fallar y es que en algo tuvo razón Octavius y eso era que en verdad imploraba por tener algo de respeto y admiración.

Una hora y media más tarde salí agotada del bloque de entrenamiento visualizando a Damián dirigirse al hangar. Lo seguí hasta que finalmente se detuvo observando una aeronave de un tamaño mucho más pequeño que el jet en donde viajábamos recién aposado en el sitio.

—¿Dígame que no viajaremos en esto ahora? —exclamó Damián.

—¿No le gusta?

—Bromea, es fantástico. Su motor no es tan potente que El Venturi, pero es ligero, por lo que su velocidad debe ser asombrosa -un instante posterior, su emoción se contuvo—. Es solo que en este no caben más de 10 personas. No podría albergar los suficientes guardias para su resguardo. No lo cree así, Tamos.

—Descuide Damián. Nosotros seguiremos volando en El Venturi. Esta aeronave no se quedará aquí por mucho tiempo, espero.

—¿Entonces?

—Ira a Santiago. A su hogar para ser más especifica.

—¿Cómo? —expresó confundido observándome.

—Es suyo Damián —dije mirando el jet para hacer énfasis en el jet-. Felices 20 ciclos.

—Pero Tamos yo... —tartamudeó mucho y al final no dijo nada.

—Su gusto por las aeronaves es lo único que conozco más allá de lo que su expediente dice así que bueno.

—Pero esto es demasiado. Me temo que tendría que venderlo para poder comprar algo cuando ceda el suyo.

Reí ante su broma involuntaria. Tanto que un dolor en mi estómago se produjo.

—Hablo enserio Tamos no se ría —explayó al mismo tiempo que se llevaba las manos a la cintura sin perder la vista a aquel jet.

—Lo siento Damián es que debería ver su rostro.

—Me complace provocarle tanto júbilo.

—No sea dramático, solo acéptelo —le di unas palmadas en su espalda-. Además, no será necesario venderlo. Soy una chica de gustos simples —me miró queriendo preguntar "Que tanto"—. Tan simple como una caminata en un bosque, armar y desarmar cosas como... ¡una caja musical! si, pero más que nada, comer caramelos.

—En ese caso, queda asentado que no podría comprarle un bosque para que pueda caminar sobre él. Al igual que gastar mis unos en una caja musical solo para que usted la destruya no suena agradable, sin embargo... —se colocó enfrente de mí con algo muy parecido a una sonrisa—. Sí que podría hacer algo con respecto a los caramelos.

Lo miré con expectativa y acto siguiente, nos encontrábamos en la cocina del palacio. Los empleados fueron ligeramente relevados de sus puestos en el sector noroeste. Al parecer, comer en la cocina facilitó mucho a Damián con aquel plan, pues encontró cada cosa que buscaba en la alacena y almacén. Me volví una espectadora más de cada cosa que hacía sobre el horno y sartenes. Solo me permitió pasarle los ingredientes, pues no quería que yo arruinara lo que él preparaba.

Se quitó la casaca y arremangó las mangas de su camisa hasta los codos para facilitar sus habilidades culinarias. Se llevó un par de quemaduras cuando la azúcar pasó a ser caramelo, pero nada que ese hombre no pudiera resistir. Estaba demasiado concentrado y justo por eso le molesté.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora