𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟫

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Era muy temprano cuando desperté. Aquella vez la causa no fueron las pesadillas sino estrés, angustia y miedo. Descargué toda furia mía en algunos sacos y obstáculos que se atravesaron durante mi entrenamiento, el cual yacía pospuesto hacia tres semanas atrás por mi herida en el hombro debido a una flecha.

Mi resistencia se mantenía un tanto intacta, logrando recorrer tantas vueltas mis pies soportaron en el bloque de entrenamiento antes de poder dirigirme a la zona donde mejoraría mi puntería. Lo mío siempre fueron las dagas, cuchillos e incluso y en menor grado la espada, pero esa vez opté por practicar el arco. Nunca se sabía cuándo se podía utilizar y no cualquiera podía manejar aquel artefacto.

Tomaría mi desayuno en la sala privada, pero me encontré al pequeño Joan cruzando en dirección a la cocina y quién salió corriendo en cuanto me visualizó. Tiempo atrás, él me había dedicado una amable sonrisa tras concederme un caramelo y otra más cuando le conté la historia de la humanidad, pero no esa vez. El niño tenía miedo. Miedo de mí y lo que podía hacer con respecto a mis estrictos protocolos de seguridad surgidos. Sin embargo, algo en él consiguió atraer mi atención y es que fui capaz de vislumbrar a Joan llevarse a su boca un dulce, un caramelo casero.

—Damián —susurré.

Al fin había vuelto y con una ligera sonrisa me dirigí a averiguar en donde yacía, aunque me demoré un poco de lo previsto, ya que intercepté con el coronel Irruso deseando unos documentos, pues tras el destrozo del menester, una gran carga de trabajo me absorbía al grado que ya no dormía casi nada por pensar en las soluciones de las decenas de enmiendas generadas día tras día de todos los asuntos, aunque me ayudaban los provisionales interinos y Farfán el nuevo consejero que por lo menos me otorgaban minutos fuera de la sala privada aprobando leyes y suministros para nuevas instalaciones, discursos para calmar los tiempos difíciles en los que los fuertes se ensañaron intensamente con los seguidores y que ellos no temieran por represalias que sus hermanos cometían. Sin olvidar las estrategias militares que debíamos implementar para los rebeldes y por último y menos importante, la nueva distribución de armamento en la guardia del palacio que pronto cedería. Lo único bueno de todo ello fue que eso me permitía dormir tan cansada que pese que fueran lapsos cortos, bastaban para no pensar en mis fantasmas personales.

Una vez en los pasillos. Casi llegando al despacho, Rolan soltó un grito para mí.

—¡Hey linda!... ¿cómo despertó mi linda reina? —terminó la frase en una corta reverencia besando mi mejilla muy cerca de la comisura donde iniciaba mi boca, causándome que riera.

—Mucho antes del amanecer, mi querido Rolan —sonreímos, pero él debía seguir mi ritmo porque la prisa me consumía.

—Y por lo que veo aquello no acabó con tu energía —explayó con velocidad alcanzando mis pasos.

—Siento tanto apresurarte a mi ritmo, pero Irruso quiere con urgencia estos papeles antes de partir.... bueno, antes que ambos partan —mi rostro hizo una mueca de tristeza, pues no quería que Ron se fuera de nuevo, pero necesitaba de él y su encanto para averiguar ciertas cosas.

—Justo ahora que hablamos de eso, me preguntaba si podrías otorgarme un par de minutos.

—Por supuesto ¿Acerca de qué?

—Me gustaría que fuera en privado —susurró cerca de mi oído entre los pasillos observando a los guardias y empleados que siempre me contemplaban. Algo de ello me causó intriga.

—Pero se marchan en 15 minutos, Ron. Irruso fue claro en ello. Quizá y pueda aprovechar y darte los documentos para que seas tú quién se los des y de ese modo matar dos pájaros de un tiro ¿no crees?

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora