𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟩

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Sobrevolaba dentro del jet de los Mendeval con angustia. Mi mente solo conseguía pensar en que le había dejado instrucciones a Damián que se destinara al acecho de las otras dos instalaciones que el rebelde me otorgó, por lo que llegué a concluir que sí ellos planearon explotar la de Lorde, que no les evitaba hacer lo mismo con las otras dos.

La historia podía ser distinta a la que yo viví, considerando que esas instalaciones se llenarían de guardias fuertes, pero eso no significaba que fueran invencibles, por lo que debía llevar más muertes en mi amplia memoria.

Al llegar al palacio pregunté si había noticias de Damián y sus comandos, aunque obtuve un no como respuesta, ya que en esencia la detención estaba en curso, puesto que conseguí llegar a La Capital antes del mediodía. Nadie reparó en mi ausencia o al menos no recibí ningún mensaje ni queja, siendo que tras arribar en el jet con el emblema del gobierno vecino supusieron que esa fue mi estancia por los recientes problemas sufridos contemplando que eso fue lo que Rolan hizo creer a los más cercanos para poder escabullirme con los desertores.

Finalmente, después de tres horas el general regresó dentro de unos de los tres jets que partieron con él. Sentí alivió tras verlo a salvo, aunque debí mesurarme en la bienvenida quedando únicamente enfrente suyo. No lucía atormentado físicamente hablando, sin embargo, Damián se atrevió a tomarme de los hombros llevándome pasos atrás olvidando todo protocolo y distancia entre ambos.

—¿A dónde nos enviaste? —preguntó frunciendo su ceño juntando sus muy negras y muy pobladas cejas en sincronía a su cabello, el cual ya había crecido—. Junco al igual que Itrenco explotaron por completo y no solo eso sino también edificaciones aledañas. Ellos sabían que iríamos y usted...

—¿Insinúas que yo sabía lo que sucedería?

—No, jamás cometería tal deshonra en usted, pero dígame ¿a dónde fue mientras me entretuvo en aquel lugar?

—No comprendo.

—Por favor Tamos. Estoy al tanto de lo que sucedió en Lorde, al igual del jet que la trajo esta mañana sin olvidar que su rostro posee rasguños.

—¿Ha estado espiándome? —una parte mía se ofendió por ello—. Bien, me ha descubierto ¿es lo que deseaba oír? Fui a Fiuri, la tercera instalación que me dijo el rebelde que tenemos preso en el piso cero y si le complace saberlo, no sirvió de nada mi esfuerzo ni el suyo, el de todos ellos.

Dirigí nuestra mirada hacia el jet con guardias fuertes emergiendo de las puertas vivos, pero heridos.

—¿Por qué lo hace?

—¿Hacer qué?

—Alejar a las personas. Fingir que todo está bien, mientras siente de forma indiscriminada lástima por si misma.

—Yo no hago tal cosa.

—Si, si lo hace. Va por ahí siendo distinta con cada persona que se topa en tu vida, pero lo cierto es que todavía no se ha dado cuenta que es más fuerte de lo que piensa.

—¿Es acaso que todos se pusieron de acuerdo para sermonearme? Escuche Damián, ya tuve demasiado de esto. Todos creen conocerme, pero lo cierto es que no tienen ni idea de quién soy realmente. Mis manos no están limpias, ni mi mente libre de culpas. Acaso piensa que no sé lo que todos aquí y más allá piensan acerca de mí. La reina dedil, eso es lo que soy —murmuré al son de mis pasos llevándome hasta el horizonte—. Octavius se encargó muy bien de que todos supieran eso —lo espeté con sarcasmo—. Ellos me temen porque piensan que ascendí de manera sospechosa a este trono. Creen que me encargué de que yo fuera la única Tamos en pie, al igual que controlaré todo a mi alrededor para que se mantenga de tal modo.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora