𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟫

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Nos colocamos en posición al son que su espada se deslizaba fuera de su funda. Nerviosamente, aprisioné empuñando la mía. De pronto, nuestro alrededor se tornó serio y sepulcral. Eso sería una pelea visual, física y mental. Como caballero me dejaría comenzar, pero la tensión revoloteo dentro de mi estómago.

—Que bello filo posees en mano, mi pequeña ¿diamante puro?

—Así es.

—Te queda bien.

Cada esquivo e intento de golpe tomaron un ritmo peligrosamente personal y en cierto punto dinámico. Mi objetivo principal: cansarlo mientras se me ocurría una manera de ganarle.

—Eres rápida.

—O tú lento.

Su comisura se elevó en una sonrisa que tantas veces le vi ejercer cuando ambos nos enfrentábamos al tablero de su juego favorito.

Las veces que mi espada se cruzaba con la suya, mi brazo luchaba por no romperse a pesar de que tenía la certeza que mi padre estaba en un 50% de su fuerza, por lo que opté por deslizarme todas las veces que él atacaba. De la nada, visualicé la leyenda grabada en mi espada "Mente gana Fuerza" fue entonces que observé una cuerda que era sostenida de un lado por varios costales que eran mis obstáculos durante mis rutinas de entrenamiento.

Fue entonces que lo llevé hasta allá dentro de mis deslizamientos, sin embargo, logró quitarme la espada de las manos en un astuto ataque de defensa. Me lancé a la cuerda, haciendo un giro para ofrecerle una patada, pero eso él ya lo había contemplado al igual que yo cuando sostuvo mi pie.

—No pensabas que iba a pasar esto o ¿sí? —susurró con una ligera sonrisa.

—De hecho, es justo lo que deseaba.

Le regresé la sonrisa del mismo modo que mi otro pie libre pateó la empuñadura de mi espada en su mano, enviándola arriba para poder tomarla y cortar la soga y así, caer en una voltereta que ensayé días muy atrás.

El bloque de hierro que sostenía el saco de entrenamiento fue directo a los pies de mi padre, haciendo que cayera de espalda al igual que yo y mientras me levantaba después de la voltereta. Logré tomar mi espada, dejando la de mi padre caer, pues esta era muy pesada para mí y pesé que mi respiración era agitada por aquel momento no me sentí cansada siendo que la adrenalina dentro de mis venas era demasiado buena.

Para cuando mi padre me miró, una sonrisa se dibujó en su rostro. Algo muy semejante al orgullo por haberlo logrado, aunque su pie lanzó el bloque que lo había hecho caer logrando que me distrajera por la facilidad en la que le movió deslizándola fuera de la arena para entonces, reincorporarse con estrepito, sujetar mi brazo y colocarlo en mi espalda al tiempo que su otra mano sostenía mi espada para colocarla sobre mi cuello, haciéndome sentir lo frío de su filo.

—Nunca dejes a tus enemigos lo suficientemente vivos para levantarse, hija mía —me susurró al oído, aunque ese sonó más como un consejo que advertencia.

Sus ojos miraban fuera de la arena con los presentes un tanto asustados, pues incluso los soldados que se dispusieron a ver la exhibición, incluido el general Octavius, nos contemplaba.

—Podría ser cualquiera —agregó mi padre ya en un tono paranoico-. Te destruirán, Ofelia mía. No lo permitas —finalizó para entonces soltarme y tomar mi mano y besarla, inclinándose ante mí.

Me dirigía a mi sala de estudio particular tiempo más tarde de la exhibición, y ordené hablar con el soldado Rolan.

—¿Está todo bien?

Su tono fue de suma preocupación, contemplando que fue testigo de aquel combate con mi padre.

I. EN LOS OJOS DE LA REINA ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora