Existen momentos que, a ojos externos, pueden parecer llenos de una plena felicidad. Pero, sólo aquel que conoce realmente lo que sucede en su corazón, sabrá la tristeza que, a veces, se esconde detrás. Antiguas supersticiones aseguran que las fotografías son eternos remanentes del alma de una persona, atrapados por siempre en el papel. Suena bastante alocado, aunque me parece que podría considerarse correcto de cierta manera, si le damos otra interpretación. Estas capturas no son más que momentos inmortalizados; recuerdos que serán atesorados por siempre, pero, detrás de estos, se esconde una historia que llevó al objeto o ser que la cámara enfoca, a estar ahí en ese preciso lugar y hora; una confidencia guardada entre el retratador y aquel que ha sido retratado. Al final, una foto es capaz de evocar los preciados sentimientos que fueron expresados en tales memorias, algo invaluable que debe ser apreciado por largo tiempo.
Pienso sobre esto, ya que, en mi faena de hoy, aprecio cómo un pequeño rubio, dentro de una sobria galería, observa orgulloso su trabajo montado sobre una pared de color azul real. Lo veo asentir varias veces, con una amplia sonrisa que les dedica a todos los cuadros, corroborando atento que los nombres y descripciones concuerden con lo que ha querido plasmar. Pero, su sonrisa se desvanece de a poco, al recordar que esta historia que él ha registrado de manera gráfica para la posteridad, ha tenido un final bastante lamentable. Su ceño se frunce mientras aprieta el puño cuestionándose sobre las injusticias que pueden presentarse en el mundo y cómo las mejores personas son quienes soportan los peores sufrimientos.
Su mente vaga hacia el rostro de su amiga, una muchacha dulce que siempre ha dado mucho de sí para ayudar a los demás, callando incluso, en los momentos en los que debía alzar la voz, y cómo su gesto fue tornándose cada vez más radiante al conocer a cierto muchacho de mirada dura quien se convirtió en su apoyo constante ayudándola a encontrar su propio sonido en el mundo; ambos complementándose y llenándose de color, pese a lo monocromático de su entorno y vestimentas. Dos almas que se unieron por casualidad, sólo para verse alejadas por las habladurías y calumnias de quienes no pueden ver más allá de sus propios pies.
Armin sabía o quería creer que Levi no era una mala persona. Entendía que cualquiera puede quebrarse en el momento justo, y más, después de escuchar todo lo que habían dicho no sólo de él, sino de Mikasa también. Incluso él pensó en darle un buen golpe a Eren, pese a que sabía perfectamente que su falta de masa muscular y nula experiencia en peleas jugarían en su contra, cuando lo escuchó soltar esa sarta de comentarios malintencionados y ofender a la chica que, no había hecho más que alejarse de él y encontrar su propia felicidad; cosa que debió suceder desde el principio, pues fue presa de una relación unilateral. Sin embargo, el joven Jaeger aprendió a las malas, que ese dicho que reza que "no sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes" es una realidad. Pero como él mejor que nadie sabía, el chico de ojos verdes siempre había sido un mal perdedor.
Una razón más para creer en la bondad del muchacho de cabello oscuro era el hecho de que, esta radicaba en las acciones que había llevado a cabo, y de las que, ni siquiera Mikasa era consciente. Un claro ejemplo se presentaba ahí mismo, en ese lugar. Al momento de solicitar el espacio para su exposición en la afamada Casa de la Cultura, un edificio imponente construido en un estilo moderno y muy solicitado por todos los profesionales para presentar su trabajo, había recibido una respuesta positiva, en parte por su promedio en la universidad y también por las recomendaciones de sus afamados maestros, quienes vertieron elogios sobre el prodigio Arlert para que se le fuera asignado un espacio dentro de ese lugar tan referente para los artistas de su rama. El espacio ofrecido, no había sido más que una pequeña área alejada del resto, en la parte trasera del edificio, un tanto húmeda y, de ubicación bastante discreta. Aunque, siendo apenas un incipiente casi graduado, no tenía derecho ni potestad para elegir algo mejor. Aceptó abatido, así como un poco emocionado de pensar que, al menos su círculo más cercano, incluyendo a los modelos que habían servido de inspiración, podrían apreciar su trabajo e iniciación dentro de la carrera que había escogido. Sin embargo, casi cayó de espaldas, un mes antes de su presentación, cuando fue notificado que, su exposición sería movida a la sala principal, esa que tenía una pared justo frente a la gran ventana que daba a la avenida principal. Su arte podría ser apreciado también por los transeúntes que caminaran en sus rutinarios paseos. Y, una iniciación con tan magno escenario, le abriría las puertas a muchos trabajos importantes. Pero, aún con todos los beneficios, la duda aún rasgaba en su mente, ¿Por qué él? ¿Qué había sucedido para que cambiaran de opinión y le asignaran no una, sino la mejor sala de todo el lugar? Su inquisitivo cerebro no descansó hasta que encontró la respuesta, un hombre con un nombre y apellido que no había escuchado nunca antes, fue quien movió los contactos necesarios para lograr tal destreza. Mismo nombre y apellido que luego identificó como el abogado del novio de su mejor amiga, al leer el informe del que Eren tanto se jactó en esa noche donde todo se fue al infierno, Mike Zacharius. El mismo que lo contactó días después de ese incidente, no para testificar ni mucho menos declarar en favor de su cliente que había pasado gran parte de la noche en prisión, sino para, por medio de él, reservar un boleto de avión y facilidades para que Annie pudiera estar con Mikasa; no sólo en estos días, sino también acompañarla en un momento tan importante de su vida como lo era su futura graduación.
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Night Changes
FanfictionUna cita a ciegas puede salir muy mal... o quizás no tanto. Un match en Tinder podría dar inicio a una historia realmente interesante, o ser el encabezado de una tragedia en los titulares. Hay muchas cosas que suceden por la noche, algunas buenas, o...