39. Like a stone

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La noche había alcanzado su punto más álgido y, ahora comenzaba a descender para ser engullida por la mañana que se alzaba con lentitud

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La noche había alcanzado su punto más álgido y, ahora comenzaba a descender para ser engullida por la mañana que se alzaba con lentitud. Daban ya las primeras horas de la madrugada cuando el moderno auto blanco de Erwin avanzaba sin prisa hacia la casa de la muchacha que observaba estática, sin emoción alguna, un punto fijo en el parabrisas. En sus labios quedaba el remanente de ese último beso, ardiendo como una marca invisible, consumiéndola junto con todas las palabras que no fueron dichas y que seguían acumulándose una a una en su garganta, hiriéndola por dentro.

El rubio, observándola de reojo, suspiró con pesadez, enunciando, luego de varios minutos, palabras que a ella le sonaron vacías, como un eco que se repetía dentro de donde alguna vez estuvo su corazón. —Lamento mucho que todo haya terminado así. —Le dijo, observándola con pesar. —Aunque, debo confesar que no la llevé hasta él porque quisiera ayudarla, lo hice pensando en el bienestar de Levi. —Admitió, apretando con fuerza el volante. —Él siempre dice que no soy más que un parásito que se alimenta de su costado, y no está equivocado, soy un editor, para alguien que se dedica a escribir, nosotros somos como el mismo Diablo en carne y hueso. Pero, Levi para mí es más que un compañero de trabajo, es alguien especial, y sé lo mucho por lo que ha pasado y todo lo que lo atormenta, y me preocupa. Pero esa preocupación tampoco me impide el hacer mi trabajo.

—¿Torturarlo con llamadas a cada instante? ¿Robándole la poca paz que tenía? —Preguntó encarándolo.

—A ojos externos se ve así, claro. Pero, cuando alguien hace el tipo de trato que Levi hizo con esa editorial, creo que ahí sí terminó encontrándose con Satanás. No me justifico, señorita. Sé que le he exigido demasiado, pero, quizás deba conocer la historia completa para entender.

—¿Y me la dirá o también lo dejará como un misterio que debo descifrar? —Cuestionó con el latente dolor envolviendo sus palabras, cortándole la voz.

—Esa es otra preconcepción que debe evitar pensar. —Advirtió. —Todo este evento se montó para que usted descubriera la verdad. Porque, créame, él quería hacerlo. Quería que usted se enterara, que lo viera de primera mano para que no dudara. Lamentablemente, entiendo que algo pasó hace poco que lo hizo desistir, pero no podía simplemente quitarle la invitación o restringirle el paso. Por eso me pidió que le diera un ejemplar modificado, pero no quise hacerlo. Este muchacho ha callado y ha guardado tanto dentro de sí mismo, que me parecía injusto, más después de ver la ilusión que le hacía ser honesto con la única persona en el mundo que le importaba lo suficiente como para arriesgarlo todo y descubrirse.

—¿Arriesgarlo todo? ¿Pensaba que, si me lo decía, yo le diría a todo el mundo?

—Si él no le dijo quién era realmente, no fue porque desconfiara de usted, sino de sí mismo. Es parte de la historia que quiero contarle, si es que la quiere escuchar.

—Por favor. —Suplicó, susurrante.

Erwin detuvo la marcha, estacionando el vehículo en una calle iluminada, girándose para verla directamente, sonriéndole con ligereza. —¿Ha escuchado alguna vez del efecto Pigmalión y del efecto Galatea? Son estudios de psicología bastante importantes. —Mencionó, observando como ella negaba firmemente con la cabeza, confundida. —Me temo que Levi ha sufrido de ambos. —Anunció, girando su vista hacia el horizonte. —El efecto Pigmalión es cuando se refiere a la potencial influencia que ejerce la creencia de una persona en el rendimiento de otra. En burdas palabras, es el efecto que tienen la percepción, creencia u opinión de otras personas sobre alguien y cómo esto puede influir sobre su rendimiento, ya sea en el ámbito social o profesional. Cuando alguien muestra altas expectativas hacia otra persona, esta podrá sentir ese apoyo y aumentar su rendimiento. Pero, así como tiene un lado positivo, también existe el negativo, si se tienen bajas expectativas sobre alguien, este rechazo lo influenciará a que su desempeño baje, llenándolo de dudas, gracias a la percepción de externos, ese es el efecto Pigmalión negativo. Y, cuando es la misma persona quien se siente deficiente y, por lo tanto, actúa de esa manera, porque es como se percibe a sí misma, es a lo que los psicólogos denominan como un efecto Galatea. —Habló, describiendo los términos con una mueca de tristeza.

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