40. The final cut

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"El hombre es un aprendiz; el dolor es su eterno maestro"

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"El hombre es un aprendiz; el dolor es su eterno maestro". —Alfred de Musset.

"El asesino de escritores, fue el último libro publicado por Alec van Krime antes de suicidarse. Un relato que, al leerlo despacio, se puede descubrir que no se trata de una simple novela negra, sino de algo mucho más profundo. Esta es una historia que habla sobre un hombre solitario amenazado por temores que lo acechan, pero que, con el avance de la trama, se va descubriendo que todo este relato fantástico de un escritor tratando de escapar de un asesino serial, se desarrolla únicamente en su cabeza. Es así donde el lector se entera que todo lo que ha leído, no son más que disparates de un hombre recluido realmente en un hospital mental, que utiliza su imaginación para pensar en un escenario lleno de aventuras. En donde es acompañado por una joven de quien eventualmente termina perdidamente enamorado, tanto en la ficción como en la realidad. Masaki Ross existe también fuera de la imaginación de Stephen, como una paciente dentro del mismo establecimiento, quien sufre de algún tipo de paranoia y que ha atentado varias veces contra su propia vida y la de los demás. Al final, la novela nos presenta un segundo giro brusco de trama, en donde gracias a la mala intención de algunos enfermeros, que gustan divertirse con los pacientes, evitan darle sus medicamentos a la muchacha por varios días. Masaki, en un arranque violento, acaba con la vida de uno de los doctores. Stephen sabe que, gracias a este incidente, apartarán de su lado a la única mujer en mucho tiempo que lo ha apoyado y lo ha escuchado con gusto. Posiblemente la recluyan en alguna prisión de alta seguridad, desde la cual no podrá volver a ver nunca más ese cielo azul del que tanto disfruta. Es ahí donde nuestro protagonista toma su última decisión, aceptando la culpa sobre el homicidio, despidiéndose afectuosamente de la chica que lo observa triste, antes de enfrentar a las autoridades sobre la terraza del edificio médico. Lanzándose finalmente hacia el vacío, con el último recuerdo del rostro femenino que se quedó grabado a fuego en su memoria y una sonrisa que no se borró de su semblante, ni siquiera cuando su cabeza tocó el frío concreto que lo recibió. El asesino de escritores no es una persona, no es un demonio, no es un monstruo... es la depresión; algo igual de aterrador que ha tomado las vidas de muchos, y no sólo los pertenecientes a este gremio. Músicos, actores, amas de casa, padres, hermanos, primos, amigos, cualquiera puede ser su víctima. El día de hoy, fue un reconocido autor que dejó huella en esta generación, mañana podría ser alguien más."

Mikasa Ackerman, leía y releía el contenido de la cincuentésima nota que había encontrado, relacionada con la muerte de este personaje. Sus ojos ardían, gracias al arduo trabajo al que los había forzado desde las primeras horas del día, hasta este momento, cuando la encontraba yo de nuevo. Sentada frente a la puerta principal de la casa que alguna vez había sido de Levi, o bueno, que había logrado adquirir, gracias a su alter ego. Llegó ahí, pocos minutos después de enterarse de la trágica noticia. El taxista que la condujo durante todo el camino, intentó reconfortarla, ofreciéndole incluso llevarla a un lugar en donde pudieran atenderla, pues los gritos desgarradores que lanzaba por momentos, distaban mucho de considerarse como naturales en el cuerpo humano. Entre sollozos, ella le suplicó que la llevara al lugar indicado, y el pobre hombre no tuvo más que obedecer, extrañándose de dejarla ahí, frente a una casa donde parecía que no habitaba nadie.

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