47. Before we disappear

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Aviso: Este capítulo tuvo un par de agregados importantes, posteriores a su publicación inicial.

"No amas a alguien por su apariencia, o la ropa, o por su carro costoso, sino porque canta una canción que sólo tú escuchas"

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"No amas a alguien por su apariencia, o la ropa, o por su carro costoso, sino porque canta una canción que sólo tú escuchas". —Oscar Wilde.

Mi atención se centra en este momento, sobre una muchacha de cabello oscuro, mucho más corto de lo que solía llevarlo un par de años atrás. Sus ojos grises, que me recuerdan a la brillante luna que me acompaña siempre, se enfocan en su propia figura, detallando su atuendo. Una camisa blanca ligeramente desarreglada, sobre un corsé ajustado a su torso, amoldándose justo en los lugares correctos. Aún se encuentra sin zapatos, sopesando el envolver sus piernas con las medias negras a las que se ha acostumbrado a usar desde siempre, ocultando marcas que lastimaron, no sólo su piel, sino también su interior. Cicatrices que le recuerdan a un tiempo pasado, pero a la vez superado, pues ya no son del todo visibles.

Una de sus manos se mueve por su muslo derecho, delineando los patrones que ha dejado la tinta aplicada algunas semanas atrás. Un ramo de rosas negras, junto a la pluma azulada de un cuervo. Del otro lado, observa la figura de un gato negro, dibujada también sobre su pierna, muchos meses atrás; mismo rostro que la observa con atención, acostado sobre la cama, maullando desinteresado, pero sin perder un ojo de vista de la mujer a la que protege desde las sombras.

—Tienes razón, no hay necesidad de medias. Además, ¿para qué me hice estos tatuajes si no es para mostrarlos? —Preguntó, dirigiéndose al felino que bostezó como respuesta. —Eres un gato listo, Poe. —Reconoció, dando un beso sobre su peluda cabeza. —Ahora, veamos la falda a cuadros. —Dijo, enfundándose la prenda y detallando su vestuario completo. —Se ve bien, se siente bien. —Notó flexionándose. —Mis botas de Sanrio quedarían perfectas como complemento. Lástima que ya pasaron a mejor vida. —Mencionó con tristeza, recordando el regalo del que tanto disfrutó en su momento. Una melodiosa música suena vibrante, alertándola. Es su teléfono el que anuncia una llamada. —Hola, mamá. —Saluda con poca emoción. —Estoy a punto de salir... sí, a la fiesta de la producción. —Respondió, acomodándose los zapatos y lanzando miradas aburridas a su mascota, quien no se encontraba más animado que ella. —Sí, claro. Te llamaré mañana, para que me cuentes lo que hablaste con Stella ¿ok? Adiós. —Se despidió suspirando, colgando la llamada, volviendo su atención a su felina compañía. —Bueno, te dejo suficiente comida y agua. Yo regresaré en unas horas ¿sí? —Sentenció, acomodándose la ropa y tomando sus llaves. —Y no se te ocurra romper nada porque te llevaré a castrar. —Amenazó, viendo fijamente al gato negro que comenzaba ya a dormitar.

Bajó despacio las escaleras, reprendiéndose internamente por no haber elaborado algún tipo de excusa creíble que justificara su ausencia de la fiesta que celebraba el fin del rodaje. A un paso de abrir finalmente la puerta que daba a la calle, meditó si inventarse una enfermedad o malestar la podrían librar de una noche escuchando música a todo volumen, rodeada de diferentes personajes con un grado alto de alcohol en sus niveles de sangre. —Sal más, convive con más gente. —Se animó en tono bajo, recordando las palabras de Stella, su propia terapeuta.

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