El camino más corto

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(Por: Chloe)



—Ella es insoportable.

Esa palabra en la boca de Giselle es casi una grosería. Pero a diferencia de lo que suele hacer (llevarse ambas manos a la boca, horrorizada de sí misma, y pedir disculpas), sigue hablando.

—Se la pasa diciendo frases desagradables sobre todo el mundo —se queja con frustración—,  y ni siquiera se detiene cuando le digo que no eres así. ¿Crees que deba hablar con el profesor?

Incluso su cabello me dice que está enfadada, pues tiene la curiosa propiedad de enredarse cuando su ánimo se altera. 

—No lo creo —suspiro mientras tomo el peine y deshago lo poco que he avanzado en su trenza—. Probablemente creerá que lo dices porque somos amigas.

—Los demás también la odian —replica Giselle. Y entonces sí que se lleva ambas manos a la boca—. Lo siento, no debí decir eso. 

Le doy un apretón en el hombro para tranquilizarla, pero apostaría a que tiene razón. Cada vez que Lydia abre la boca, incluso a varios metros de distancia puedo sentir que el ánimo cambia en la mesa. 

—Está bien —le digo—. Hablemos de otra cosa.

Inmediatamente, ella salta en su asiento y su cabello se vuelve tan manejable que puedo terminar la trenza en pocos segundos mientras habla emocionada.

—Estoy pensando en lanzar una fiesta, pero va a ser algo diferente. Es un secreto. No, no intentes adivinar, te enterarás pronto.

No le digo mis sospechas, aunque estoy casi segura de por qué será diferente. Giselle tiene una sonrisa ilusionada y quiero que se quede allí el mayor tiempo posible, así que finjo expectativa y juro que me va a matar la curiosidad.

—Estoy segura de que será increíble —añado—. Porque nada de lo que tú formes parte puede ser de otra forma.

Ella resplandece y me abraza.

—Te extraño tant...¿qué es ese olor?

Me mira confundida mientras olisquea mi cabello y alrededor de mi cabeza. No estoy segura sobre contarle pero apostaría mi auto a que lo descubrirá en los próximos segundos. Después de todo, la empresa de su padre también fabrica productos para el cabello y Giselle ha hecho mil visitas a los laboratorios donde prueban desde sustancias químicas hasta...

—Huevos —tuerzo el dobladillo de mi sudadera tratando de que no note mi nerviosismo—. Alguien puso un tazón con huevos en la puerta del laboratorio, y la profesora me mandó a buscar los reactivos para la clase. 

Giselle parpadea en confusión por varios segundos, procesando la información de que hay maldad en el mundo. Pude no haberlo mencionado, pero ella sabe que jamás dejo que nadie más que su estilista experimente en mi cabello y es tan devota de la verdad que distingue en un segundo cuando alguien miente. O al menos eso creo. En realidad debe ser producto de tantos años de amistad: Giselle me conoce.

—¿Cómo sabían que tú irías por los reactivos? —Pregunta con el ceño fruncido.

Me encojo de hombros, tratando de alejar el tema, pero ella no lo deja ir.

—¿Por qué te siguen arrojando cosas? —Sigue en voz alta dando vueltas alrededor de su habitación—. ¿Tanto odian a Lydia?

—Eso parece —no quiero pensar en la otra posibilidad.

—Sé que dije que ella no es buena —dice en voz arrepentida—, pero no es justo tratar así a nadie. Podrías quejarte.

Vuelvo a encogerme de hombros.

Camina al INFIERNO en mis zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora