Encerrados

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(Por: Marissa)


—No te preocupes, yo arreglo eso.

No espero que me respondan, solo voy volando a la parte de atrás y lleno la bandeja con más bocaditos. Aprovecho para lavar algunos vasos y dejarlos secando antes de volver a la sala.

Es increíble la rapidez con la que se vacían los recipientes, juraría que llené este tazón hace solo diez minutos. Me lo llevo a la cocina y en el camino recojo todas las botellas vacías que puedo cargar.

Lo bueno de ser anfitriona es que a pesar de que hay gente por todos lados, me abren paso. Lo peor es que tengo que hacer todo este trabajo en tacones.

Irónicamente, dos minutos después me encuentro luchando contra los cajones más altos de la alacena para sacar la reserva de Lays que guardamos allí...y no alcanzo a pesar de tener siete centímetros más.

Una mano salida de la nada toma la bolsa que intento alcanzar.

—Podrías haber llamado —dice Adrian casualmente mientras llena el tazón y saca más bolsas para dejarlas a mi alcance.

—Estaba a punto de hacerlo —no sé por qué estoy mintiendo, pero parece la única opción—. Quiero descansar un rato, los tacones me están matando.

Adrian alza una ceja y creo que podría sonrojarme.

—Está bien, no iba a llamarte —admito a regañadientes—. Pero solo porque si lo hacía los dos nos perderíamos la fiesta. Mejor que solo sea yo.

—No estás mintiendo sobre los tacones —señala él—. Has estado corriendo por todos lados. Sabes que la gente puede venir a la cocina y servirse más bocaditos por su cuenta, ¿verdad?

—Sí, pero somos los anfitriones.

—¿Crees que Lindsay hace todo esto?

—No, pero...

Adrian no me deja terminar la frase. Me pone las manos sobre los hombros y me mira con seriedad.

—Vamos a bailar. Te divertirás, lo prometo.

—Nos comprometimos a hacer que esta fiesta saliera bien y no...

—Tengo noticias para ti: la gente se ofrece al azar para rellenar los tazones y así nadie se pierde por más de cinco minutos. Está bien que nunca hayas estado en una fiesta pero...

Auch.

—Lo siento, no quise decir...

No necesito escucharlo, así que tomo el tazón y me dirijo furiosamente a la fiesta, decidida a ignorarlo. Ha funcionado a la perfección por las últimas dos horas.

Adrian inmediatamente me sigue y maldigo a quien sea que haya inventado los tacones. Esto no me estaría pasando si llevara cualquier otra cosa. Considero por un segundo sacarme los zapatos y huir, pero Giselle me mataría si se pierden y no tengo el dinero para comprar unos nuevos.

Este debate interno me ha restado incluso más velocidad, así que Adrian me atrapa.

—¡Déjame!

Empezamos a forcejear y me doy cuenta de mi error un segundo después de que suceda.

El tazón se estrella contra el piso enviando vidrios en todas las direcciones. Afortunadamente, no hay nadie cerca, pero escuchamos a la gente murmurando en la puerta. Ni siquiera sé qué diablos estoy diciendo. ¡Lo correcto sería pensar que afortunadamente ninguno de los dos parece haber sido herido por los vidrios!

Camina al INFIERNO en mis zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora