Pasos de baile

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(Por: Marissa)


Siempre he pensado que la sonrisa de la señora Janet es un poco escalofriante, pero se la devuelvo de todos modos.

—Hola Marissa.

—Buenas tardes, ¿está Darla?

—Sí, debe estar con esos audífonos suyos.

Su tono de desaprobación supera el de la subdirectora y solo por eso dejo que me guíe como si yo no conociera cada rincón de esta casa.

—En realidad, no la llamé para avisar. Solo pasaba por aquí y...

Pero ella no me escucha, sino que sigue subiendo las escaleras y marchando hacia el final del pasillo, directamente a la puerta negra. Se me escapa una sonrisa al recordar el día en que Darla aprovechó que su madre tenía una reunión con sus tías para comprar el pequeño balde de pintura y hacer una "re-decoración" de su cuarto. Pensé que la señora Janet iba a tener una apoplejía.

—Darla, ¡Marissa está aquí!

Por su tono de voz, pensarías que Darla se encuentra al otro lado de la calle, en lugar de a dos metros.

Si mi madre alguna vez me gritara así, creo que me encogería en un rincón hasta que la catástrofe pasara. Mi mejor amiga, en cambio, se saca los audífonos y la mira inexpresivamente.

—¡Tienes que escuchar esta canción! —Darla ignora a su madre como si no estuviera allí y me jala dentro de su habitación para poder colocarme los cascos.

—Darla, hazme el favor de limpiar tu cuarto. Es insoportable tener que vivir así, te van a invadir las cucarachas. ¿Cómo dejas que vengan tus amigas a ver este desastre?

—A Marissa no le importa, ¿verdad?

Sin darme tiempo a responder, una canción con el volumen que imagino de deben tener los conciertos, me perfora los tímpanos. Me pierdo parte de la discusión en medio de varios acordes confusos y cuando la música disminuye para dar paso a la siguiente canción, puedo escuchar lo último que dice su mamá antes de dar un portazo:

—Mientras vivas bajo mi techo, obedeces mis reglas. Si vuelvo aquí y no está limpio, te quedarás sin la paga otra semana.

Ni siquiera entiendo por qué usa esa amenaza: Darla no recibe su paga hace un año.

—¿Te gustó?

Por un momento me quedo en blanco ante su pregunta, hasta que ella arranca los audífonos y pone la música en altavoz.

—Es buena —logro decir.

—Tal vez puedas decirle a Adrian que la incluya en la fiesta.

—Darla...

—¿Sabes? Me encontré hace un momento con Christopher, el amigo de tu músico.

Mis mejillas arden ante su insinuación.

—¡Darla! No es "mi" nada.

—Has demorado en negarlo. Tomaré eso como un comienzo.

—Te encontraste con Christopher dos veces en una semana y lo recuerdas, tomaré eso como un comienzo.

Ella baja la mirada...¡¿AVERGONZADA?!

—¿Estás bien?

Sí, definitivamente se ve culpable.

—¿Él hizo algo? ¿Qué te dijo? ¿Lo hago parecer un accidente?

Su risa me quita un poco de tensión. No puede ser tan malo si es capaz de reír.

Camina al INFIERNO en mis zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora