Nostalgia y Anfibios

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(Por: Chloe)

Lydia se está riendo. Creo que, hasta ahora, nunca la había visto reír. Es algo raro de lo que ser consciente sobre alguien.

Sus carcajadas son cada vez más elevadas y tiene que apoyarse en el marco de la puerta para sostenerse. Es relajante ver que no siempre está frunciendo el ceño, pero el motivo de su risa me indigna.

—Tú. Gol. Peas. Te. A. Gael. Oh. Dios. —consigue decir.

—Sí, porque estaba siendo un idiota —suelto enfadada.

Ella se dobla sobre sí misma y juro que hay lágrimas en sus ojos. Me dan ganas de golpearla a ella también. ¡¿Por qué se está riendo?!

Antes de que pueda preguntárselo, se hace a un lado y vuelve al interior de su casa. Dado que no cierra la puerta, asumo que puedo seguirla. Se deja caer con soltura en uno de los sillones y sigue riéndose. La observo en silencio hasta que finalmente se calma.

—Gracias —suelta al final.

Esto se pone cada vez más extraño.

—¿Gracias? —repito aturdida.

Lydia por fin parece despertar del hilarante trance en el que la sumió mi historia.

—Gracias por golpear a Gael —aclara en tono paciente, como si yo fuera idiota. Odio cuando la gente hace eso.

—De nada —le espeto. ¿Es que nunca va a aclararme nada?

Nos quedamos en silencio, en un duelo de miradas que estoy decidida a ganar. Por si acaso, me prometo que no saldré de esta casa hasta que lo averigüe.

He practicado tanto tiempo con mi hermana que no me sorprende que Lydia sea la primera en rendirse.

—Quería hacer eso hace tiempo —confiesa dudosamente—. Él se lo merece.

—¿Ah sí? —replico al instante—. Porque no es lo que he escuchado.

"Ella, es decir, tú nunca me has rechazado, cariño". Casi me dan ganas de vomitar al recordarlo.

—¿Y qué has escuchado? —reclama Lydia. La mueca de asco que usualmente reserva para mí se instala en su rostro.

Le detallo lo que pasó cuando Gael me abordó en el pasillo y su expresión se transforma en una de horror e indignación. Es curioso verla con una actitud diferente a la hostilidad, por fin parece algo más que un ser humano eternamente amargado.

—¿Estaba mintiendo?

—No —murmura ella—. Pero no se suponía que...así no funciona el proyecto.

Camina al INFIERNO en mis zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora