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—¡Mi señora! ¡Mi señora!

Hinata tuvo que recurrir a todas las fuerzas que le quedaban para levantar la cabeza y, a pesar de todo, fue incapaz de ver quién estaba gritando. Tenía el ojo derecho tan hinchado que se le había cerrado y con el izquierdo veía borroso. Las orejas le zumbaban de la paliza que había recibido.

—Dios santo, criatura, ¿qué te ha pasado?

—Tokuma —susurró, intentando sujetarse los dos extremos de la túnica sobre los pechos.

—Sí, pequeña, soy Tokuma. Dime qué te ha pasado.

Se pasó la lengua por los labios y notó el sabor de la sangre.

—Hombres. —Tenía la voz ronca y casi irreconocible. Tras los intentos de asfixia de su asaltante, se le había hinchado la garganta—. Han venido por el riachuelo.

—¡A las armas! —gritó el guerrero.

Hinata se desplomó al perder la poca fuerza que le quedaba y oyó que Tokuma les ordenaba a sus  hombres que fuesen por los caballos.

—¡Hinata!

Unas manos delicadas la cogieron por los hombros y le dieron la vuelta. Después le apartaron el pelo de la cara.

—Oh, pequeña —susurró Natsu—. ¿Qué te ha pasado?

—Tengo frí... frío. Ayúdame a entrar.

—No, no te muevas. Le diré a uno de los hombres que te lleve dentro. ¿Notas algún hueso roto?

Por algún motivo, a Hinata esa frase le hizo gracia e intentó sonreír, pero al instante se arrepintió.

—Sólo la cara.

—Hoheto, ven y lleva a tu señora a sus aposentos —ordenó Natsu. Hinata gimió cuando el enorme guerrero la levantó en brazos.

—Lo siento, muchacha —le dijo Hoheto incómodo—. No quería hacerte daño.

—Estoy bien, tranquilo. Sólo son unos cuantos moratones.

—Es vergonzoso que un hombre le haga daño a una mujer —sentenció el guerrero.

—Sí, lo es —susurró Hinata.

Tembló al recordar cómo reaccionó Sasuke cuando vio que su padre le había pegado. Se pondría furioso cuando se enterase de que la habían atacado.

Hoheto la llevó dentro del castillo y subió la escalera con Natsu y varias mujeres más pegadas a sus talones.

—Déjala en la cama. ¡Con cuidado! —le ordenó la anciana—. Neda, ve a buscar agua caliente y unos cuantos paños y di que preparen una bañera con agua también caliente. Está congelada. Hoheto, trae leña para el fuego. Necesito una hoguera de inmediato para hacer entrar en calor a Hinata y que no se resfríe.

Ella se quedó en la cama y gimió en voz baja. Ahora que estaba en el castillo, sentía que iba a perder la batalla por mantener la conciencia. La habitación fue desapareciendo ante sus ojos, a pesar de los intentos de Natsu por mantenerla despierta, y, tras un suspiro, se rindió a la oscuridad.

….

—Buen disparo —le dijo Sasuke a Neji cuando los dos se detuvieron frente al ciervo abatido—Tu padre tiene razón. Eres muy bueno con el arco.

El joven sonrió.

—Con éste ya van dos. Tres si contamos el que mandamos al castillo. Uno más y tendremos carne de sobra para varias semanas.

—Sí, tal vez mañana podamos cazar otro. Está oscureciendo. Deberías buscar un lugar para pasar la noche y encender una hoguera.

Poco más de una hora después, el grupo de hombres estaba sentado alrededor del fuego, con una de las patas del ciervo asándose encima. Hizashi cortó un pedazo de carne con el cuchillo y se lo pasó a Sasuke.

Princesa GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora