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Hinata estaba temblando de rabia cuando llegó a la habitación. Tuvo que recurrir a todo su coraje para contenerse y abandonar el salón caminando como si nada, mientras Sasuke la miraba hecho una furia. Estaba mal que le faltase al respeto delante de sus hombres, pero también estaba mal que él proclamase delante de todo el clan que estaba enfadado con ella.

Hinata no tenía ganas de quedarse en sus aposentos, ni tampoco de esperar a que Sasuke apareciese, eso sólo serviría para que sus nervios empeorasen. Pero si se iba a su antigua habitación, tal vez él creería que se estaba escondiendo. Y eso tampoco era lo que estaba haciendo.

Dios era testigo de que lo único que quería era estar sola y dormir tranquila. Estaba tan cansada y tan tensa que lo único que deseaba era meterse en la cama y pasarse allí lo que quedaba de día. Además, empezaba a tener dolor de cabeza.

Paseó nerviosa frente al fuego hasta que comprendió que Sasuke iba a hacerla esperar. Suspiró molesta y se quitó el vestido con cuidado de no estropearlo. Era muy bonito y tal vez pudiese volver a ponérselo algún día que su marido estuviese más receptivo.

Con el camisón de dormir tenía frío, de modo que se puso el abrigo y se sentó hecha un ovillo en una silla frente a la chimenea. Un baño sería celestial, pero era tarde y no quería que Sasuke la pillase en la bañera cuando decidiese hacer acto de presencia.

Al entrar en calor, empezaron a pesarle los párpados. Cuando oyó los pasos de él en el pasillo estaba tan adormilada que fue incapaz de demostrarle lo enfadada que estaba porque hubiese tardado tanto en subir.

La puerta se abrió con mucho cuidado y se cerró de la misma manera. Hinata no se dio media vuelta para recibirlo y optó por quedarse exactamente donde estaba.

El silencio llenó la habitación durante largo rato. Al final volvieron a oírse las pisadas de Sasuke, esta vez acercándose a su esposa.

—Llevo todo el día peleando contra mí mismo para contener la rabia, pero me he dado cuenta de que sigo tan enfadado como al principio.

Al oír esa afirmación, Hinata se volvió en la silla, sujetándose el abrigo.

—¿Y qué pecado he cometido, Sasuke? ¿Estás enfadado porque vas a ser padre? ¿Acaso te malinterpreté cuando presumiste de que íbamos a tener un hijo antes de que cumpliésemos un año de casados?

Él frunció el cejo y se quedó mirándola consternado.

—¿Crees que estoy enfadado porque estás embarazada? —Hinata se puso en pie y el abrigo se balanceó entre sus piernas.

—¡No me has demostrado lo contrario! Estás furioso desde el momento en que te has enterado de que estaba embarazada. Yo no he hecho nada para ganarme tu desaprobación y sin embargo me hieres con tu mirada a la menor oportunidad.

—¿Nada? Dios santo, mujer, pones a prueba mi paciencia. No me habías dicho que estabas embarazada. ¿Cuándo pensabas confiar en mí? ¿Cuándo te apuntase la barriga con la punta de mi espada? ¿O tal vez justo antes de dar a luz y traer al mundo a nuestro hijo?

A Hinata se le desencajó la mandíbula al comprender lo que Sasuke le estaba diciendo.

—¿Crees que te he ocultado adrede mi condición? ¿Crees que sería capaz de poner a nuestro bebé en peligro?

—Has estado haciendo cosas que ninguna embarazada debería hacer —le dijo él, apretando los dientes— Seguro que sabías que yo jamás te lo permitiría.

—Tienes tan mala opinión de mí que crees que utilizaría cualquier subterfugio con tal de seguir entrenándome y que no me importa estar embarazada del próximo Laird del clan.

Princesa GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora