Hinata bajó a cenar por primera vez desde el ataque. Podía sentir las miradas de preocupación tanto de hombres como de mujeres y tuvo que hacer un esfuerzo para no taparse los morados o volver corriendo a encerrarse en la habitación.Pero ya estaba harta de esconderse. No volvería a hacerlo nunca más.
Sasuke levantó la vista sorprendido y se puso en pie al ver que se acercaba a la mesa. El resto de los guerreros lo imitaron y él le hizo una señal a Hizashi para que dejase libre la silla y Hinata pudiese sentarse a su lado.
—Me había asegurado de que te servían la cena en nuestros aposentos —le dijo Sasuke en voz baja, cuando volvió a sentarse.
Ella le sonrió.
—Es un detalle muy cariñoso por tu parte que te preocupes tanto por mí, pero ya va siendo hora que deje de esconderme. Los morados hacen que tenga un aspecto horrible, pero aparte de eso no estoy mal.
Sasuke le sujetó el mentón y le volvió la cara hacia la luz para observarla mejor. No le hizo falsos cumplidos ni le dijo que no tenía un aspecto tan horrible. Y, por raro que pareciera, a Hinata la reconfortó.
—Los cardenales están desapareciendo. Dentro de pocos días ya no te quedará ni rastro.
Deslizó los dedos por las marcas que ella tenía en el cuello y cuando apartó la mano y se volvió de nuevo hacia su plato, tenía las ventanas de la nariz dilatadas.
Cuando terminaron de cenar, Hinata se puso en pie y se despidió. Había sido una comida tranquila, los hombres presentes se habían comportado como si tuvieran miedo de hacer algo, cualquier cosa, que pudiese alterarla. Le llevaría tiempo convencerlos de que no iba a derrumbarse delante de ellos. Era culpa suya que sus soldados creyesen que era tan delicada, por cómo se había comportado últimamente, pero ¿cómo podía explicarles lo indefensa y enfadada que se había sentido en manos de sus asaltantes?
Un hombre nunca lo entendería. Lo mejor sería seguir adelante y no recrearse en el pasado. Con el tiempo, ellos también lo olvidarían.
Su esposo la ayudó a levantarse y luego le hizo una señal a Juugo.
—Me retiraré contigo —la sorprendió diciendo.
Sasuke siempre insistía en quedarse un rato con sus hombres después de la cena. Decía que así se forjaba la camaradería, después de un largo día de entrenamiento. En esos momentos, escuchaba las ideas de sus guerreros, se reía de sus bromas —la mayoría de las cuales a Hinata le parecían absurdas— y hablaban de lo que había sucedido durante el día. Tanto él como Juugo intentaban ganarse la amistad de los soldados Hyuga y Hinata se sentía agradecida por ello, a pesar de que sus hombres todavía no lo habían aceptado como su Laird.
Pero esa noche Sasuke se disculpó y, con los dedos, rodeó con cuidado la muñeca de Hinata. La acompañó hasta la escalera y desde allí hasta su dormitorio.
—No hacía falta que subieras aquí conmigo —le dijo, cuando él cerró la puerta tras ellos.
—Sí, lo sé. Pero quería venir. Esta noche prefiero la compañía de mi esposa en vez de la de mis hombres.
Ella se volvió y lo miró a la cara, intentando descubrir en sus ojos qué pretendía.
—¿Tienes algo específico en mente?
—Tal vez. Prepárate para acostarte, esposa. Pareces cansada. Yo echaré más leña al fuego. Esta noche nos acostaremos pronto.
Intrigada por el extraño humor de Sasuke, Hinata obedeció y empezó a desnudarse, pero cuando fue a buscar su camisón, él le dijo que no. Ella lo miró y vio que estaba agachado, colocando un tronco en la chimenea, y que negaba con la cabeza.
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Princesa Guerrera
Fanfiction"El día de su primera boda la naturaleza había brillado en todo su esplendor... ¿Qué tiempo hacía el día de su segunda boda? Malo. El cielo estaba nuboso y soplaban vientos de tormenta provenientes del norte. Hacía frío y el aire congelado se colaba...