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Katsuki trabaja en esa cafetería desde hace 3 años, había pasado de ser mesero hasta trabajar en la barra, y la verdad era la única parte que le encantaba de su trabajo, podía realizar muchos tipos de café sin que alguien lo molestara y siempre le salían a la perfección.
— ¡Un espresso Americano, Katsuki! —pidió el mesero, uno de los amigos del cenizo.
Katsuki comenzó a preparar el café y finalmente lo colocó en la bandeja, aveces le gustaba ayudar a Denki en su trabajo de mesero, y como el chico rubio se desesperaba con muchos clientes, decidió llevarle su pedido al comensal.
— Su espresso Americano joven —mencionó dejando el café en la mesa del cliente.
— ¡Oh, muchas gracias! —alzó su vista fijándose en un chico pelirrojo el cual le sonreía animadamente mostrando sus dientes afilados.
Katsuki se extrañó, pues nunca recibía una sonrisa cuando hacía algún trabajo, y mucho menos una sonrisa tan maravillosa como la de aquel chico.
Decidió asentir aún confundido y se retiró para seguir preparando más café.
— Oye pikachu —llamó al rubio—, mañana cambiemos de puesto.
— Sólo cambiemos por un día, joder —se quejó el cenizo, queriendo no dar más respuestas.
— Bueno —habló dudoso—, pero Sero tendrá que ayudarme en la barra.
El cenizo solamente asintió, quería volver a ver aquella sonrisa del chico, quería volver a sentir esa sensación al ver cuando alguien te dedica una de las sonrisas más hermosas que existe en el mundo.
— ¡Pikachu, apúrate con los pedidos! —se quejó el cenizo, algunos clientes ya estaban comenzando a impacientarse.
— ¡Voyy! —gritó el pelinegro, llevando dos cafés listos para servir.
— Harán que perdamos nuestro empleo.
— Pues básicamente Katsuki será el dueño el mes que viene así que dudo que pierdan su empleo —comentó una joven rubia que había entrado al café.
— Estoy ocupado —habló antes de que la chica siguiera hablando.
— Oh vamos, yo solo vine a saludar —río divertida—, y te recuerdo que debes asistir a la cena que organizarán mis padres Katsuki.
— Lo sé Camie —murmuró enojado.
— No pongas esa cara, si fuera por mí ya habría cancelado esa cena —suspiró frustrada—, pero mis padres son tan tercos al querer unirnos para fortalecer la alianza entre las empresas.
— Los míos son más tercos al insistir en juntarme con alguien para finalmente darme esta cafetería.
