Galimocho

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Se despertó temprano. Se arreglo sumariamente y bajó. Ya no pasaba por el garaje, por la puerta de caballeros, ahora salía por el portal común, el de los peatones, saludaba al portero con un gesto de cabeza cuando lo veía dentro de su nicho, le decía una palabra si lo encontraba fuera, más no era necesario, de algún modo estaba allí de prestado,él, no el portero. Las farolas de las calles estaban todavía encendidas, las tiendas tardarían más de dos horas en abrir. Buscó y encontró un quiosco de prensa, de los grandes, de los que reciben todos los periódicos, y ahí se quedó a la espera. Felizmente no llovía. Las farolas se apagaron dejando la ciudad inmersa durante unos momentos en una última y breve oscuridad, en seguida disipada cuando los ojos se acomodaron a la mudanza y la azularada claridad.

la risa del flacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora