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Capítulo seis.

|| Dedicación: Yariaguiqui ||

Parte uno.

Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

   El pecho le dolió y dió un salto en su lugar, sentándose en su cama para recuperar el aire perdido. Se llevó una de sus finas manos al pecho, intentando calmar el acelerado corazón antes de que se escapara de su cavidad torácica.

Sueños.

Y no podía decirles pesadillas porque repetía una y mil veces aquellas mismas imágenes todas las jodidas noches.

Recuerdos.

No lo evitaba, el dejar de pensar en el pasado. Y eso la mataba lentamente por dentro.

   Intentó borrar todo sentimiento de culpa de su cabeza meneándola hacia los costados. Movió su mano derecha a la manta sobre ella y la quitó, sacando los pies de la cama para ponerse de pie. Su otra mano se deslizó hacia su barriga, la cuál elevó un poco para poder levantarse tranquilamente. Aunque aún no era tan grande como para que tuviese que inclinarse hacia delante, sí, le incomodaba tener ese peso demás y le gustaba fingir que no lo llevaba por un momento. Al colocarse de pie, Hera caminó con tranquilidad y el ceño fruncido hacia una de las mesas en sus aposentos, donde se sirvió agua en la oscuridad de la noche. Las antorchas de su habitación estaban apagadas la mayoría del tiempo porque Myles remarcaba que el fuego podría hacerle mal al niño dentro de ella. Porque sí, el espía estaba seguro de que el bebé que su mejor amiga llevaba dentro era un niño. No tenía cómo saberlo, ya que no dejaban entrar a nadie al castillo más que las personas que Hera asesinaba y los confiables guardias que asignó Cristel misma. Además, Echo no podía usar su magia en la joven reina. No cómo debería. Estaba durmiendo todo el tiempo, casi ni salía de sus aposentos más que para dar una vuelta por el castillo para estirar las piernas, y todo eso con Hades del brazo como una garrapata. El hombre Zabat no quería alejarse de ninguna de ellas, así que se dividía en dos y jamás se detenía, llevándole comida a Echo cuando Hera se entretenía con alguien más y demás.

Quería recompensar a su hermana por todos esos años perdidos de relación, pero no quería perder a la persona que quería románticamente actualmente.

Porque sí, el mayor de los Zabat estaba enamorado.

Y Hera supo que su hermano hacía lo mejor que podía.

Mientras Echo dormitaba con Hades de su mano, Cristel controlaba los guardias de la reina, Zeth cuidaba de Hera, Myles lo suplantaba cuando este se marchaba a ayudar a la generala y Hécate era una ama de casa para todos los presentes.

Lizzie.

Y Lizzie se había despedido de todos y se había marchado a un lugar de Presente por asuntos personales. Pero le había confesado a Hera y Myles que se iría a vigilar a Jean y en cómo recuperaba el control de la Organización de Tantum.

Mayor Verdad © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora